El grito de La Demajagua

Por: MSc. Ángel Taboada Salmerón

“Los misterios más puros del alma se cumplieron en aquella mañana de la Demajagua, cuando los ricos, desembarazándose de su fortuna, salieron a pelear, sin odio a nadie, por el decoro, que vale más que ella: cuando los dueños de hombres, al ir naciendo el día, dijeron a sus esclavos: “¡Ya sois libres!”

José Martí

La idea más que el sol iluminó aquella mañana del sábado 10 de octubre de 1868, cuando el patricio bayamés Carlos Manuel de Céspedes, había tomado la decisión heroica de dar el grito de ¡Independencia o Muerte! Cuentan que había mucha neblina en aquella gélida mañana y que se levantó antes de la salida del sol. Salió de la primera habitación de la casa, con paso firme caminó hacia el exterior, y con fuerza expresó: “De pie. El soldado del deber no puede permitir que la aurora le sorprenda en el lecho”.

El último tañido de la campana de La Demajagua no ordenaba al trabajo, el joven bayamés Manuel García Pavón, acató la orden de Céspedes y la  hizo repicar con viril entusiasmo, él fue el último sobreviviente del heroico alzamiento y en 1923 publicó un documento titulado “Ofrenda de Cariño “en el que afirmaba: “El toque de campana de La Demajagua, vibra en nuestros oídos como clarín de guerra.”

“Ciudadanos, hasta este momento habéis sido esclavos míos. Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita de todos sus hijos para conquistar su independencia. Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran quedar que se queden, todos seguirán tan libres como los demás”.  Estas palabras de Carlos Manuel de Céspedes hace hoy 154 años marcaban el inicio de nuestra redención como pueblo, y de su única Revolución que continuarían después sucesivas generaciones de cubanos.

Según el historiador César Martín García, quien durante más de 30 años fue director del actual Monumento Nacional, el negro Jesús fue el primero en decir “yo voy con usted a pelear”, y otros 10 de los liberados se sumaron.

Oportuno resulta hoy recordar a la mujer que confeccionó la bandera, la joven Candelaria Acosta (Cambula), hija de la hija del mayoral del ingenio, quien la hizo a mano la noche del 9 de octubre, pero también a otro de tan solo 20 años, Emilio Tamayo, quien recibió el estandarte de manos de Cambula, y lo paseó con hidalguía por todo el ingenio, devenido ya en campamento. Una frase de Céspedes le aseguró desde un inicio la sagrada estirpe gloriosa del símbolo patrio: “Primero mueran antes, que verla deshonrada”.

Céspedes y sus hombres esperaron la noche para salir de La Demajagua, a unos 13 kilómetros de la ciudad de Manzanillo y lo hicieron con apenas 37 fusiles, pero con muchas púas y machetes, armas poderosas en manos de corajudos que soñaban con amaneceres de libertad, aunque ese sueño implicase morir en el empeño, “no son revolucionarios los que no están dispuestos a sacrificarlo todo, todo por la libertad de la Patria,” sentenció.

Aquel acontecimiento fundacional tuvo en Carlos Manuel de Céspedes y el resto de los hacendados e intelectuales que le acompañaron el aporte de las ideas más progresistas de la época, aunque las discrepancias y marcados síntomas de debilidad y resquebrajamiento en las filas revolucionarias dieron al traste con los objetivos propuestos de eliminar el sistema colonial implantado en la isla, tras 10 años de épico batallar.

Fidel Castro resaltaría la relevancia histórica de lo ocurrido el 10 de octubre de 1868 en la finca Demajagua, al pronunciar un antológico discurso en el mismo escenario en que el Padre de la Patria dio su grito de Independencia o Muerte, el 10 de octubre de 1968 en el acto conmemorativo por el centenario del inicio de nuestras gestas independentistas.

“¿Qué significa para nuestro pueblo el 10 de Octubre de 1868?  ¿Qué significa para los revolucionarios de nuestra patria esta gloriosa fecha?  Significa sencillamente el comienzo de cien años de lucha, el comienzo de la Revolución en Cuba, porque en Cuba solo ha habido una revolución: la que comenzó Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre de 1868  y que nuestro pueblo lleva adelante en estos instantes.” 

A 153 años del gesto inmortal de Carlos Manuel de Céspedes en Demajagua, Cuba se empina frente a la adversidad y frente a la embestida imperial que no ha podido ni podrá jamás ponernos de rodilla y renunciar a lo más preciado, la independencia, la libertad y la Patria que nuestros padres nos ganaron de pie, como dijera Villena en encendidos versos patrióticos. Es imposible también hacernos olvidar la gloria que se ha vivido.

Hoy las circunstancias son otras, pero difíciles también, con riesgos y retos que ponen a prueba día a día nuestra capacidad de resistencia  y nuestro espíritu indomable, pero podemos y debemos  también decirlo con palabras de Carlos Manuel de Céspedes:

“Nosotros triunfaremos porque cuando un pueblo se coloca formidablemente amenazador para proclamar sus derechos, siempre ha vencido. Nosotros triunfaremos porque contamos con las simpatías del mundo entero y con los errores de nuestros enemigos. Y triunfaremos, porque los soldados de la gran idea han llegado siempre, en todas las épocas y en todas las naciones al templo glorioso de la libertad con los pies descalzos y ensangrentados, sí, pero con la frente ceñida con la diadema de la victoria.”

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