Por: René Méndez
Bajo la influencia de las revoluciones de Méjico (1910), y Rusia (1917), surge a la arena política de nuestro continente —transcurriendo el año 1918— el movimiento estudiantil latinoamericano.
La Reforma de Córdoba provoca la reacción en cadena, de la que nuestra Patria constituye un eslabón: la juventud universitaria cubana emprende la lucha por la autonomía. En lo adelante, el estudiantado habrá de constituir un factor de fundamental importancia en la historia del primer Territorio Libre de América.
Aunque su génesis está en la lucha gremial —problemas existentes en los centros de estudio— el movimiento estudiantil cubano contiene ya los elementos que caracterizarán sus futuras etapas, las formas superiores de lucha de dicho movimiento: el repudio al desenfreno, la venalidad y la sumisión de los funcionarios; el enfrentamiento al despotismo político; el antiimperialismo. En este sentido, entronca, desde sus inicios, con las aspiraciones del pueblo y, particularmente, de los trabajadores. Es indudable que en su etapa original, las cuestiones relativas a la autonomía y demás vindicaciones que atañen a los estudiantes como sector, ocupan un primer plano; la lucha gremial será una constante: a través de las diversas etapas, pero no siempre el objetivo número uno. Y es que, en primer lugar, esta lucha conduce necesariamente al enfrentamiento con las bases mismas del sistema, con los gobiernos que, —y aquí hay que ver el empleo de la fuerza, de los mecanismos de represión— tratan de eternizar esa estructuración social contraria a los profundos cambios requeridos, en todos los órdenes, por los centros de estudios, y con las fuerzas externas que manipulan —quitan, ponen y sostienen— a esos gobiernos, como garantía de sus intereses, vale decir, el imperialismo.
Pero la conciencia antidictatorial y antiimperialista no responde de manera exclusiva a esa contradicción, es decir, no sólo se da indirectamente, como consecuencia del enfrentamiento que se deriva de las demandas estudiantiles, sino que se basa en toda una tradición revolucionaria legada por las generaciones pasadas, se basa directamente en la propia realidad económica, política y social, en proceso ascendente (esta es la tendencia) de recrudecimiento, y responde, finalmente, a la actividad desplegada por la vanguardia revolucionaria, que se resume ejemplarmente, en los dos momentos culminantes de la historia de nuestras luchas estudiantiles, en las figuras de Julio Antonio Mella y José Antonio Echeverría.
En cuanto a la formación de la conciencia antiimperialista, dice el Doctor Raúl Roa, refiriéndose a la generación del 30, que dicha formación “se nutrió de varias fuentes: la revelación de la realidad semicolonial en los hechos inmediatos y en el conocimiento de la historia republicana, jalonada sombríamente por la Enmienda Platt, la penetración económica y financiera y las intervenciones yanquis directas o indirectas en Cuba y en América Latina, el redescubrimiento de Martí a partir de las glosas de Mella, el bloqueo norteamericano aria Revolución Mejicana, las lecturas de Ingenieros, Sanguily, Varona, Mariátegui, Marx y Lenin, y, singularmente, la epopeya de Sandino en Nicaragua”.
Ahondando en la herencia de la tradición mambisa hay que señalar, citando nuevamente a Roa, que “los mejores de la generación —es decir, los que habían abarcado en su comprensión teórica el conjunto del proceso— vivían, como propia, la tradición mambisa. Se consideraban sus legítimos legatarios. En eso Mella fue precursor”.
Veamos esta caracterización de nuestro movimiento estudiantil en los hechos concretos.
En enero de 1923 los estudiantes universitarios decretan la huelga, en demanda de la autonomía y la reforma, y meses después (octubre) se celebra el Primer Congreso Nacional de Estudiantes —organizado por Mella— en el que se tomaron, entre otros, los siguientes acuerdos: 1o. Condena de la injerencia imperialista yanqui en Cuba: 2o. Necesidad de la transformación económica, política y social de nuestro país; 3o. Apoyo a la Unión Soviética; 4o. El laicismo en la enseñanza; 5o. Establecimiento de los deberes y derechos de los estudiantes ante la Patria y Humanidad y 6o. Reforma Universitaria. Se funda la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), organismo que habrá de nuclear a la masa estudiantil en la consecución de sus objetivos y a través de la cual, el movimiento estudiantil cubano trasciende el plano nacional; será uno de los más combativos de nuestra historia revolucionaria.
Con la fundación de la Universidad Popular “José Martí” (noviembre de 1923), en la que un número considerable de obreros reciben clases —incluyendo el marxismo— impartidas por estudiantes que dirige Mella, se estrechan los lazos entre trabajadores y estudiantes.
En 1925 tienen lugar dos acontecimientos que han de repercutir sobre el movimiento estudiantil: Machado llega al poder en mayo, y Mella, Baliño, Fabio Grobart, José Miguel Pérez y otros, fundan el primer Partido Comunista de Cuba. Finalizando el año, Mella hace huelga de hambre en protesta contra su detención, que lo coloca en peligro de muerte; la presión popular obliga a Machado a libertarlo. Después, Méjico, donde en el momento de su asesinato (enero 10 de 1929), la lucha armada se concreta para él en un plan para organizar una expedición a fin de derrocar al tirano.
Con la decisión de Machado de mantenerse en el poder hasta 1935, los estudiantes universitarios, apoyados por muchos profesores, se declaran en huelga general indefinida. Surge el Directorio Estudiantil Universitario, exponente de la vanguardia revolucionaria del estudiantado, en esos momentos.
Pero no es sino hasta el 30 de setiembre de 1930, en que la policía asesina al dirigente estudiantil Rafael Trejo y caen heridos Pablo de la Torriente Brau (quien muere posteriormente combatiendo en España, en diciembre de 1936) y otros estudiantes, cuando se inicia realmente la lucha estudiantil sin cuartel contra la tiranía machadista”. En diciembre dé ese mismo año, se produce la escisión del Directorio, constituyéndose el Ala Izquierda, en virtud de una radicalización de las concepciones de algunos de sus miembros. La vanguardia revolucionaria del estudiantado tendrá su expresión ahora en el Ala Izquierda, aún cuando el Directorio desempeñó este papel y no debemos olvidar su “importante aporte al desarrollo y extensión de la conciencia antiimperialista en el estudiantado… ni tampoco su generosa contribución de sangre a la causa revolucionaria’’. Esta radicalización se explica por “la participación cada vez más decisiva de la clase obrera y el campesinado” en la contienda y por “la directa influencia de la dirección comunista de entonces”.
Dirigida por Rubén Martínez Villena, se desata en julio de 1933 la huelga; en agosto es secundada por los trabajadores y se extiende a toda la nación: cae Machado, escapando del país.
El 13 de agosto, Carlos Manuel de Céspedes (hijo) asume la presidencia; el Directorio lanza un manifiesto exigiendo su renuncia. Este documento, “de moderado matiz nacional-revolucionario”, señala, al mismo tiempo, el máximo nivel alcanzado en su “aliento transformador” por el Directorio Estudiantil.
En setiembre 4 se produce el golpe militar encabezado por Batista; se instaura la pentarquía, disolviéndose seis días después con la designación de Grau como presidente provisional. El gabinete de Grau cuenta, por excepción, con un hombre de la talla de Antonio Guiteras, quien distanciándose del resto de los políticos, da un paso verdaderamente revolucionario al intervenir la compañía eléctrica. Guiteras cuenta, lógicamente, con el apoyo de las masas, incluyendo al estudiantado. En enero de 1934 muere Villena; se consume una vida dedicada, en su última etapa, a la organización de nuestros trabajadores. Guiteras funda la Joven Cuba. En 1935, la huelga de maestros se transforma en huelga política contra el régimen; el fracaso de la huelga marca, precisamente, el momento en que fracasa la Revolución de 1933. Guiteras y Aponte son asesinados en el Morrillo.
La sombra del asesino, proyectada sobre todo el período siguiente, vuelve a cobrar forma tangible en marzo de 1952: Batista encabeza otro golpe de estado.
El golpe militar del 10 de marzo ha de encontrar un estudiantado que se atrinchera en la Universidad, en inútil espera de las armas —prometidas por Prío— que le permita resistir la asonada. Entre ellos, José Antonio Echeverría, que ya es delegado de curso en esos momentos.
El 23 de marzo la FEU emite una declaración que define su línea de acción contra la dictadura. En un primer momento, diversas formas callejeras de agitación estudiantil, concretarán esta línea: incidente en el estadio del Cerro, cuando un grupo de estudiantes universitarios se lanza al terreno de pelota con el propósito de invitar al público presente a los actos del 27 de noviembre de 1952; manifestación del 15 de enero del 53, donde cae mortalmente herido Rubén Batista Rubio, primer estudiante asesinado después del golpe militar; incidente en pleno carnaval habanero del 54, cuando varios estudiantes, entre los que se encontraban José Antonio, Fructuoso Rodríguez y Juan Pedro Carbó Serviá, enarbolan frente a la presidencia del evento —hasta donde llegaron en un vehículo— telas en las que se denunciaba a Batista y se declaraba el rechazo estudiantil a la farsa electoral convocada por el régimen.
Dichos estudiantes fueron encarcelados y se les propinó una paliza, resultado de la cual sufrieron fracturas de huesos algunos de ellos, lo que motivó la protesta estudiantil. Luego —incluyendo una huelga de hambre— fueron condenados a un mes de cárcel por el Tribunal de Urgencia de la Habana. En todas estas actividades estará presente Echeverría.
Pero la acción del movimiento estudiantil no se encierra en los marcos de nuestro país, sino que trasciende, solidariamente, a los hermanos países del continente. Así, en el mes de diciembre del 54, José Antonio, Fructuoso y Carbó se trasladan a Costa Rica, donde los lleva la disposición de luchar contra los mercenarios somozistas que habían invadido ese territorio.
Ya el 30 de setiembre de 1954, Echeverría había asumido la presidencia de la FEU, cargo para el que resulta nuevamente electo en 1955 y 1956.
El año 55 está jalonado por una serie de acontecimientos que expresan la rebeldía estudiantil: desfile hacia el lugar donde cayera Rubén, en el segundo aniversario de su muerte, donde cae inconsciente al pavimento por los golpes recibidos José Antonio; conmemoración de la muerte de Antonio Guiteras (8 de mayo) en Matanzas, acompañada nuevamente de la agresión policial; se convoca para el 20 de mayo a un acto de recibimiento a los presos y exilados —luego de aprobada la amnistía— invitándose a nuestro Coman¬dante en Jefe, Fidel Castro, para que hable a nombre de ellos. La policía impide la realización del mismo; se frustra un intento de atacar el palacio presidencial, del que Echeverría logra escapar en un auto, algunos participantes son hechos prisioneros; carta de la FEU al coronel Cosme de la Torriente, que pone de manifiesto la actitud antimediacionista y de intransigente resistencia revolucionaria del estudiantado frente a la tiranía. Se convoca a los estudiantes (2 de diciembre) para trasladarse desde la Universidad hasta el bufete de Torriente a fin de entregarle dicha carta. Estos son interceptados por la policía y la manifestación es reprimida violentamente; la brutalidad policial desatada provoca la protesta de los estudiantes. El día 4, nuevamente el estadio del Cerro es escenario de un incidente entre policías y estudiantes, al ser objeto los últimos de una cruel represión, cuando se lanzaron al terreno para manifestar su oposición a los procedimientos empleados en los sucesos del día 2; pero el amedrentamiento no tiene cabida en las filas estudiantiles. Se convoca al pueblo para el día 7 a concurrir al monumento del Titán de Bronce. La represión asume caracteres aún más violentos y caen heridos de bala más de una docena de participantes entre ellos, nuestro inolvidable Comandante Camilo Cienfuegos.
El movimiento estudiantil se une a la huelga azucarera comendada a fines de diciembre del propio año 55. Vistos ambos hechos de conjunto, constituyen por naturaleza, duración y firmeza, la más importante acción del pueblo contra la dictadura desarrollada hasta ese momento.
También a finales del 55 (los últimos días de noviembre y primeros de diciembre), José Antonio, Fructuoso, el hoy Comandante Faure Chomón, Joe Wesbrook y otros, fundan el Directorio Revolucionario.
En el año 1956, la línea de acción revolucionaria del estudiantado cubano toma cuerpo en el documento suscrito por Echeverría y Fidel en Méjico, en el compromiso de luchar, hasta vencer o morir. Este compromiso se materializa, por la parte estudiantil, en el ataque al Palacio el 13 de marzo de 1957, operación realizada por el Directorio Revolucionario y durante la cual, después de haber cumplido la tarea a él encomendada —asalto a Radio Reloj y alocución al pueblo— cae combatiendo con los tripulantes de un carro patrulla de la policía José Antonio Echeverría. Pero el fracaso de la acción y el elevado saldo en mártires —que llega hasta el asesinato en Humbolt 7 de Machado, Wesbrook, Carbó Serviá y Fructuoso— no coloca al movimiento estudiantil en un plano derrotista ni reconciliatorio. Comandadas por Faure Chomón, las fuerzas del Directorio —ahora Directorio Revolucionario 13 de Marzo— desembarcan en nuestro suelo y abren un frente guerrillero en el Escambray.
La lucha armada (urbana y rural), había pasado a ocupar el primer plano de la acción estudiantil.
Esta acción, sin embargo, no se limita en la etapa decisiva de nuestra historia a los hechos enumerados. Ya militando en el Directorio o el movimiento 26 de Julio; en la Universidad u otros niveles de la enseñanza; en huelgas y manifestaciones; en sabotajes o acciones guerrilleras; en la Sierra o el Escambray; en la Habana, en Santiago, en todos los pueblos, el estudiantado estará siempre presente. Si considerable es el peso de su presencia militante, combativa a niveles de heroísmo, no lo es menos el de la sangre aportada; muchos son los mártires salidos de sus filas.
No quisiéramos concluir el esbozo de esta etapa del movimiento estudiantil cubano sin detenernos, aunque someramente, y como momento que ha de tenerse en cuenta en la caracterización de la misma, en el pensamiento político de quien fuera —ya lo hemos señalado al inicia de este trabajo— el máximo exponente de la vanguardia revolucionaria del estudiantado, en la fase de la historia de sus luchas que estamos considerando: José Antonio Echeverría. Sirvan a ese propósito estos fragmentos, tomados del discurso que pronunciara en el Aula Magna de la Universidad de la Habana, el día 9 de marzo de 1956:
“Sintiendo el parecer martiano y en afirmación de sus ideales que señalamos como esencial de su obra revolucionaria, hablo en esta mañana; siguiendo nuestra posición solidaria a la causa de los pueblos latinoamericanos y señalando los males que corroen la existencia y la estructura de estos pueblos, los desterrados de América se juntan en el Alma Máter de nuestra Patria…”
“No son las diferencias interamericanas ni el falso panamericanismo las soluciones y los esfuerzos que demanda nuestra América”.
“Pero América con su independencia no alcanza la genuina libertad”.
“Y al tiempo americano rompe abruptamente el expansionismo norteamericano: les son robadas las tierras del norte mejicano se interviene en Cuba mediante la Enmienda Platt, se secuestra la independencia del pueblo puertorriqueño, se interviene Nicaragua, Santo Domingo y como estela terrible se deja es azote de la libertad que se llama Rafael Leónidas Trujillo; se alimentan las fuerzas represivas guatemaltecas y brota el peor de los volcanes de ese pueblo, Castillo de Armas; y a la política de intervención sucede la creación de la zona de influencia fuertemente defendida por los nuevos gendarmes, defensores de las empresas extranjeras que explotan y destruyen las riquezas naturales”. .
“¡Aquí estamos los hijos de Ariel, la lucha de América es una e indisoluble! Quien pelea en Cuba por la libertad está peleando contra cualquier dictadura de América y si a la vez es genuino revolucionario lo está siendo también contra el coloniaje, y demás vicios estereotipados en el suelo americano”.
“Las revoluciones no se exportan, ellas nacen de la propia realidad social; es la respuesta a la injusticia de los que batallan contra los amos y señores”.
“A pesar de la dura realidad vemos que los pueblos se alzan y en la convulsión de nuestras repúblicas americanas, los hombres se unen y se dan a la tarea de la obra grande contra las dictadura de América y contra los enemigos de nuestros pueblos”.
“Aceptemos la invitación de nuestro Apóstol: andemos del lomo del cóndor para regar por las naciones del continente y por las Islas dolorosas del mar la semilla de la América nueva”.
Un año y cuatro días después, se inmolaba José Antonio en generoso holocausto, con la convicción de que “…tenga o no nuestra acción el éxito que esperamos, la conmoción que originará nos hará adelantar en la senda del triunfo. Pero es la acción del pueblo la que será decisiva para alcanzarlo”.
Y no se equivocaba; el primero de enero de 1959 el éxito coronaba la “acción del pueblo” y su vanguardia: el Ejército Rebelde, comandado por Fidel. El tirano escapaba, como antes Machado, pero esta vez, “la Revolución llegaba para quedarse”.
Hoy, a diez años de Poder Revolucionario, Cuba cuenta con un movimiento estudiantil en una fase superior de su desarrollo: la de la construcción de una sociedad más justa, el comunismo; la de la batalla final contra el enemigo del género humano, representado en su baluarte principal por el imperialismo yanqui. Tenemos una masa estudiantil cada vez más homogénea, unida sólidamente en torno a nuestra ideología revolucionaria, con su vanguardia política, la Unión de Jóvenes Comunistas, organismo juvenil de nuestro Partido; una masa que estudia, se educa en el trabajo y se prepara militarmente para defender la Patria; organizada civil y militarmente a todos los niveles, en los centros tecnológicos, en el movimiento brigadista, en la UJC-FÉU; una masa para la cual el problema no se plantea en términos de reformas —ya realizadas— ni de anhelos que hoy son realidades palpables, sino de MAS REVOLUCION, porque para ella de lo que se trata es de poner a tono los centros de estudios no sólo con el presente, sino, lo que es más importante, con el futuro que estamos construyendo. Y esto en todos los sentidos, en nivel académico, en métodos de enseñanza y en lo que a la formación revolucionaria se refiere: una masa cada vez más disciplinada, más combativa, más consciente, más revolucionaria, que ha de definir su antiimperialismo en grado creciente, en forma de actitud militantemente solidaria, legataria de una tradición de cien años de lucha; una masa que ha aportado nuevos mártires en estos diez años de duro batallar, que ha participado en tareas decisivas de nuestra vida revolucionaria y está en disposición de hacerlo cuantas veces sea necesario…
Y el desarrollo de esta etapa culmina en el momento en que, en “un pueblo de todos estudiantes, todos trabajadores, todos soldados”, donde no sea ya el Plan la Escuela al Campo sino la escuela en el campo y la nación entera sea una Unirversidad, donde no exista la división relativa entre los que estudian, trabajan y prestan servicio activo con las armas, el movimiento estudiantil, que no será otro entonces que el del pueblo entero, continúe ininterrumpidamente el proceso hacia nuevas formas, proceso que no tiene final, como la Revolución misma, que es permanente.
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