Crónica de una espera

Wake up of a girl stopping alarm clock

Por: Cynthia Ibatao Ruiz (Estudiante de Periodismo)

Xiomara se levanta más temprano de lo habitual. Sus embellecedoras horas de sueño se vieron interrumpidas por la estrepitosa canción que sonó la alarma cuando el reloj marcó las 5:15 a.m.

Abrió los ojos en un momento de lucidez y maldijo a todo ser viviente, o no, que se encontrara a su alrededor.  Luego recordó el motivo de tan temprano despertar y saltó de la cama. Era cierto, odiaba tanto levantarse a aquella hora, como necesitar hacerlo. Pero se había propuesto algo, y a sus 49 años no había nada en lo que se empeñara que no consiguiera.

Entonces tomó la prenda más ligera y cómoda de su armario, acorde al día al que se enfrentaría, y salió. La acompañaban únicamente una bolsa enorme cargada de aspiraciones, una larga lista reflejo de sus más íntimas necesidades, y una cartera con billetes ya gastados por haberlos contado tantas veces.

Eran casi las 7:00 a.m. cuando se acercaba al tan popular lugar. Se sentía orgullosa de transitar por las calles, pensando ser la primera en la lista. Dobló la esquina y todo el momento de júbilo se desvaneció cual ilusión rota. Sentimiento traducido en frustración, al descubrir decenas de ojos cerrados, y cuerpos protegidos del frío de toda una noche con mantas y abrigos.

Fue en ese momento cuando recordó la inservible alarma de su despertador. Sonrió irónicamente, pensó en la grandiosa imaginación de aquellas personas y solo se vislumbró imitándolas. Entonces, resignada al panorama, no le quedó de otra que hacer la pregunta tan popular a la que le había temido: “¿Caballero, quién es el último?”

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