Por: Lic. Mercedes Cuesta Dublín
Los procesos mediante los cuales los seres humanos imaginamos y representamos a nuestros semejantes, tomando en consideración determinados códigos, ideologías y valores en correspondencia con las posiciones y pertenencias sociales específicas, constituyen procesos de interpretación y construcción de realidad que particularizan la aprehensión de nuestro entorno.
Esta tendencia a justificar o racionalizar, tomando como único basamento el estatus social o la riqueza, se conoce como estereotipar. Su significación proviene del término estereotipo, referido a la impresión en un molde de plomo que se usaba en imprenta en lugar del original.
Su uso está extendido al ámbito social, para hacer referencia a las representaciones o imágenes que las personas se hacen de otras, de forma individual o de grupos de personas, entre las que existe comunidad social o cultural. Así le atribuyen cualidades, características o habilidades según una percepción exagerada y/o desacertada sobre ellos. Las ciencias sociales reconocen dicho proceso como representaciones sociales y las identifican con mecanismos de reproducción de las jerarquías sociales.
Las representaciones artísticas como formas de socialización del pensamiento humano, impactan en la configuración de las mentalidades y los comportamientos sociales, a la vez que contribuyen a la comprensión de los mecanismos mentales que condicionan dichas expresiones.
La exposición que les presentamos persigue como objetivo ilustrar uno de los estereotipos, a través de los cuales se expresan los prejuicios raciales, problemática sociocultural que continúa lastrando el ser nacional cubano: la identificación de los individuos de piel negra con la música y la danza, como uno de los principales exponentes del acervo cultural de herencia africana; así mismo la expresión de la idea del negro como ente despreocupado, siempre dispuesto al jolgorio y los placeres.
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