El que no tiene de congo, tiene de carabalí. Esta frase hace mucho tiempo se apoderó del refranero popular cubano. Hoy la traemos a colación porque celebramos, en condiciones excepcionales, el Día de África.
A ese continente le debemos mucho, de lo mejor que tenemos los cubanos. En materias, tan diversas, como física, cultural, literaria, lingüística, religiosa, somos herederos de tradiciones desde allá nos llegaron, y que nos han marcado de manera incuestionable.
Particularmente en Santiago de Cuba tenemos a África en cada poro; la conga, por ejemplo, es algo que nos identifica y esa riqueza rítmica viene de nuestros antepasados africanos. El desenfado que tenemos para bailar cualquier género musical fue inoculado por quienes llegaron humillados por los colonizadores españoles.
Ese espíritu de resistencia, de no dejarnos doblegar por nadie, podemos situarlo en aquellos cimarrones que no aguantaban el más mínimo agravio.
La cultura cubana está muy influenciada, entre otras, por la de África: changüí, kiriba, nengon, guaguancó, rumba, son géneros que trazan sus orígenes hacia el continente africano.
Y no hablemos de la comida cubana, ni de las obras teatrales y danzarías inspiradas en esta región geográfica tan rica y discriminada.
En ese “ajiaco” que somos, según el maestro Fernando Ortiz, nos corre por la sangre una herencia de la que debemos enorgullecernos.
En tiempos de keratina y COVID-19, reconocernos tal y como somos, es la mayor reverencia que podemos hacer a África. Porque el que no tiene de congo, tiene de carabalí.
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