Contra la Helms-Burton, las poderosas razones de una cubana

A la estadounidense American Sugar Refining Company pertenecía el central azucarero Jaronú, hoy Brasil, del municipio de Esmeralda, en la provincia de Camagüey, donde nació hace 47 años la rectora de la Universidad de Oriente, Diana Sedal.
Por eso, en conversación con Prensa Latina, ante la pregunta acerca de las consecuencias que tendría con su familia y en particular para ella, la aplicación del Título III de la ley Helms-Burton, orquestada por el gobierno de Estados Unidos contra Cuba, lo primero que afloraron fueron sus recuerdos de la infancia y adolescencia en el batey del coloso agro-industrial.

De esas añoranzas entrañables sería despojada, afirma la doctora en Filosofía, quien vincula esos primeros años de su vida a sus familiares involucrados en las diversas tareas de la producción de azúcar, desde su madre en los tándems y sus dos tíos, uno como mecánico imprescindible ante cualquier rotura y el otro como cocinero.

Particularmente conmovedora es la imagen que guarda de su abuela, Fermina Bell Fabá, llamada Nené por todos, analfabeta que lavaba y planchaba la ropa de las personas pudientes tras caminar diariamente más de tres kilómetros.

Muestra las vistas de un video sobre esas casas, en las cuales estuvieron su círculo infantil y sus escuelas primaria y secundaria, de donde partió a estudiar en la Vocacional Máximo Gómez, del territorio agramontino. Con orgullo apunta que ese original conjunto arquitectónico, muy bien cuidado, es Monumento Nacional.

Le resulta amable hasta la evocación del molesto bagacillo, esa emanación propia de los ingenios azucareros que se impregna en cada palmo de la vida del batey. Los olores y sonidos típicos, la melaza y el pitazo cuando se alcanza determinada victoria productiva forman parte de sus esencias y de su identidad, esas que antepone cuando alude a una posible reclamación desde el norte.

Una huella dolorosa, de las vivencias trasmitidas por sus mayores de piel oscura, es aquella que antes de la Revolución separaba a los negros de los blancos en las áreas de baño de la playa Jigüey, muy cercana al central en la costa norte.

Inmersa en la enorme responsabilidad de dirigir a la segunda Universidad fundada en Cuba, hace poco más de 70 años, Sedal reflexiona acerca de esos miles de jóvenes que están en las aulas y recibieron un país sin exclusiones por orígenes sociales o su color, con educación gratuita para todos y horizontes para el talento.

Piensa en su hija Alejandra, adolescente que cursa estudios en la Vocacional de Arte José María Heredia y recibe conocimientos de música con instrumentos y profesores que en otras circunstancias ella nunca podría pagar.

Diputada a la Asamblea Nacional del Poder Popular, a la vida digna que se alcanzó con el triunfo revolucionario agradece sus estudios, esos que la trajeron siendo muy joven a Santiago de Cuba y a estos predios universitarios que guarda con afecto en su memoria.

En octubre del 2017, el ciclón Irma destruyó prácticamente al batey del antiguo central Jaronú. Al despertar, su madre y su hermana encontraron todo devastado a su alrededor, incluida la antigua casona en que viven. Pocos meses después, con el esfuerzo de las autoridades y la población, todo quedó como nuevo, sin perder el halo secular de ese patrimonio.

Tanto fue así que en el 2018 ese conjunto de edificaciones alcanzó el Premio Nacional de Restauración. Cuando sus compromisos laborales se lo permiten, la rectora de la Universidad de Oriente disfruta volver allí, a sus orígenes, esos que nunca olvida y cobran fuerza nueva cuando amenazan ráfagas huracanadas de una ley extraterritorial.

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