El espejo de Sandra

Por:Loraine Castillo De los Reyes (Estudiante de Periodismo)

Se vuelve a ver en el espejo. Gira a la izquierda y luego a la derecha. Frunce los labios y suspira. Con mirada crítica da un último vistazo a su reflejo y, aunque inconforme, sale de la habitación rumbo a la universidad.

Sandra es una mujer joven, inteligente, divertida y linda, aunque no es un calificativo que apruebe para referirse a sí misma. Esto se debe a los kilos que su cuerpo ganó en pocos meses, sobrepeso que ha transformado lentamente su alegría en una constante depresión.

Amigos y familiares intentan convencerla de su belleza, presente en el talento, los modales, los valores y también en el físico, pues no se trata de una mujer obesa como ella misma se ve. No obstante, su gusto extremo por la moda la ha llevado a sentirse fea, decidiendo que el resto no basta. 

Sandra se compara con cantantes de reguetón, de pop y con estrellas de Hollywood. Anhela ser como ellas, haciendo las dietas más absurdas para lograrlo. Con este fin, maltrata su cuerpo con escaza alimentación y sobredosis de aeróbicos, ganando solo extremo agotamiento. Este se intensifica cuando la báscula o la cinta métrica no muestran los resultados esperados, cayendo la decepción como un cubo de agua fría.

La joven no se siente cómoda con su figura. Aprovecha cada minuto libre para contemplar la imagen en el espejo, buscando detalles en el maquillaje o el peinado, mas enseguida se odia por no ser perfecta como sus artistas preferidas. El complejo la aleja de sus compañeros de aula, evitando ser parte de actividades en grupo dentro y fuera de la casa de altos estudios.

Sandra es consciente de sus virtudes, pero las entiende inútiles, pues, según sus propias palabras, “a los hombres no les importan los buenos sentimientos”. Entonces trabaja para convertirse en objeto de deseo, trabaja duro y sin medir las consecuencias para su salud física y mental.

Cada mañana, de pie frente al espejo, revisa con mirada inquisidora su aspecto. Sonríe, por algunos segundos sonríe, mas no consigue sostener la sonrisa. Es infeliz, no encuentra motivo alguno para reír cuando no tiene el físico deseado, aunque no lo necesita. Se trata de una mujer joven, inteligente, divertida y muy linda, pero este no es un calificativo que ella aprobaría para referirse a sí misma.

Echa un último vistazo a su reflejo y suspira resignada. Toma la mochila y, saliendo de la habitación, camina, inconforme, rumbo a la universidad.

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2 comentarios

  1. Evidentemente Sandra tiene un trastorno que debe atenderse en el psiquiatra. No está mal preocuparse por su figura física y por su imagen, eso, es de jóvenes, ahora y en todas las generaciones de jóvenes que ha habido, hay y habrá. Cuando el gusto por algo se vuelve obsesión, entonces hay que asistir a especialistas. No obstante, no creo que el caso de Sandra, sea real o no, sea lo más común. Ese tipo de situaciones son comunes en adolescentes, pero en jóvenes no creo que sea tan común. A no ser que sea una obesidad endocrina, siempre es posible rebajar y con una dieta sana y hábitos de vida correctos, se puede mantener una buena imagen, imagen que más allá de eso, es salud.

  2. Soy de las que piensa que cada vestuario tiene su momento y horario. Lo más importante es saber elegir la ropa a emplear según la ocasión y el fenotipo de cada persona. No hay por qué sentirse mal con lo que por naturaleza heredamos: Nelson Ned era enano y todos amamamos sus interpretaciones, Barbra Streisand y Eros Ramazzoti son estrábicos y no por eso dejan de cantar con excelencia y Monserrat Caballé con su obesidad fue excelente cantante lírica. Recuerdo que hubo una generación de estudiantes y trabajadores no docentes en la antigua Facultad de Ciencias Naturales (cuando eran solo 4 carreras)que hicieron una especie de ranking para clasificar de 1 a 10 puntos a los profesores y directivos con mejor presencia entre hombres y mujeres.
    Sería interesante conocer el criterio de los estudiantes sobre cómo vestir para ir a la universidad.

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