Por: Loraine Castillo De los Reyes (Estudiante de Periodismo)
A través del tiempo muchas costumbres han cambiado. Hace setenta años existían patrones culturales que, como es lógico, hoy son obsoletos y, al entender de muchos, absurdos. En la actualidad no se vive, se piensa, ni se viste como setenta años atrás.
La constantemente transformada moda, junto al clima tropical que nos identifica, constituye un importante factor en el cambio radical experimentado por el vestuario. Hoy se han sustituido las faldas amplias por las minifaldas, los grandes vestidos hasta los tobillos por los pantalones y estos, a su vez, por los shorts. Por su parte, los hombres han cambiado el saco y la camisa por las camisetas.
Este fenómeno se generaliza en los jóvenes, seguidores primordiales de las tendencias impuestas, desde el extranjero, por populares artistas. Se trata de prendas cómodas, frescas, pero no compatibles con todos los espacios. Por ejemplo, las actividades recreativas al aire libre ameritan su uso, mas es totalmente desacertado acceder a teatros o centros educacionales con estas vestiduras.
La comunidad universitaria, siendo parte de nuestra juventud, ha asumido también como propia esta práctica. No son pocos los estudiantes requeridos por circular en las facultades con vestuarios incompatibles al reglamento.
Contra estos sucesos lamentables luchamos a diario, promoviendo los valores que desde el Alma Mater oriental se inculcan. Educadores, estudiantes y personal no docente contribuyen en el fomento de estas cualidades, predicando con el ejemplo.
Indudablemente las épocas distan de ser similares, pero, aunque los tiempos y las costumbres hayan cambiado, no cambian las normas de etiqueta y buen vestir. Continúa y continuará siendo de mal gusto asistir a determinadas instituciones usando shorts y camisetas.
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Fotos: Rovier Mesa Rodríguez
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