El libro Crónicas de resultados científicos. Anales de la cultura científica santiaguera, compilación del Dr.C. Giovanni L. Villalón García, fue presentado en la tarde del pasado martes en MEGACEN, por la Dra.C. Martha Cordiés Jackson. La obra se publicó al amparo de las Ediciones Cátedra y está disponible en formato digital. Muchos de los autores del libro son profesores de la Universidad de Oriente.
El prólogo fue realizado por la Dra.C. Rosa María Reyes Bravo, Profesora Titular de nuestro centro y decana de la Facultad de Ciencias Sociales. Ofrecemos a la comunidad íntegramente sus palabras que, al mismo tiempo, nos invitan a la lectura de volumen y transmiten conocimientos adquiridos por la autora en el siempre difícil arte de investigar.
Los caminos de la ciencia
Un resultado científico puede ser definido académicamente como toda propuesta de solución a un problema de la realidad, sustentada en el método científico –sea tradicional, léase positivista, o bien alternativos, léase post-positivistas y críticos-. La solución propuesta se construye a partir de un proyecto de investigación que puede –hoy se exige- y debe dar lugar a la obtención de un grado científico: maestra(o) y doctor(a) en ciencias.
Comúnmente, los resultados científicos son concebidos y gestionados en los centros de investigación científica –dígase entidades de ciencia e innovación tecnológica o centros de estudio-, en las universidades y en otras unidades adscriptas al CITMA u otros ministerios, que privilegian y comprenden la necesidad de buscar soluciones científicas a los problemas de la sociedad.
De lo que no cabe duda es de que, quienes nos involucramos en proyectos científicos tenemos avidez por el conocimiento y amor por la lectura, por el saber, compromiso e implicación con los problemas que logramos o intentamos resolver. Muchas veces somos conscientes de los avatares que implica el proceso de construcción del conocimiento pero, en otras, los redescubrimos durante la investigación y sobrepasan lo imaginado o advertido inicialmente.
En ocasiones, el proyecto o deseo de investigar aparenta ser espontáneo, casual, pero casi siempre deviene de los vínculos del sujeto que investiga con la realidad –los que cristalizan, más tarde, en contingencias que hacen posible la investigación: desde la demanda urgente y concreta de buscar soluciones a problemas del entorno de una entidad, mediante grupos o personas que tienen ese encargo social; pasando por la exigencia de ciertas instituciones de formar “capital humano” para responder a los estándares del desarrollo y la calidad de sus procesos; hasta la necesidad individual y/o grupal de atender científicamente determinadas dificultades o insuficiencias con las que se siente plenamente identificado el investigador a partir de su formación académica y ética–.
La realización de un proyecto de investigación, conduzca o no a la obtención de grados, suele estar acompañada de mentores(as), tutores(as), colegas y muchos OTROS que hacen del proceso de indagación un vínculo bicorporal y tripersonal[1]: el sujeto que investiga, la realidad que se conoce (en la que se incluyen otros sujetos, si se trata de las ciencias sociales y humanísticas -en el sentido estricto y no fragmentado de las clasificaciones usuales de las ciencias-, y los otros sujetos que ya conocen nuestro “objeto” de estudio y nos acompañan entonces en tutorías, consultas, asesorías, lecturas de oponencias o tribunales, o son autores y autoras de libros, artículos, memorias o informes que contienen algunos de los referentes necesarios para comprender y analizar un tema. Emerge así un campo de interacción y construcción de significados que, por consenso o disenso, da cuenta de la complejidad del “objeto” indagado.
Esta complejidad es, a su vez, objeto de múltiples interpretaciones –porque las personas somos seres de significados[2]-, de manera que los obstáculos devenidos de los disensos del proceso de discusión y presentación de los resultados científicos se interpretan, asocian, relacionan y mezclan con las más disímiles intenciones humanas, convertidas algunas (por suerte) en el mejor pretexto para el crecimiento espiritual. Sin embargo, no pocas veces las interpretaciones de los obstáculos que supone cualquier logro en la vida, en el caso de las investigaciones, derivan en respuestas evasivas, dilatorias o de abandono, lo que lamentablemente disminuye las posibilidades de llegar a un resultado científico deseado y necesitado.
Por eso la convocatoria de la sección de comunicación del CITMA en Santiago de Cuba, para que investigadores e investigadoras escriban crónicas acerca de sus resultados científicos, constituye un aporte valioso, en términos educativos, culturales y científicos, propiamente. Se trata de que la narración de hechos y vivencias que sobrevienen en el camino de la elaboración de un resultado, nos muestren los valores que desarrollan las personas frente a los obstáculos y frustraciones; las perspectivas y representaciones que configuran en su devenir y que, luego, apuntan a las posibilidades de madurez científica, ética y psicológica; las actitudes y alternativas de respuestas en el proceso de indagación científica y, con ello, la capacidad de resiliencia[3].
Indiscutiblemente, las crónicas son síntesis de momentos de la historia personal de quienes investigan, que sirven de modelo y referente para quienes comienzan o ya están imbuidos en el empeño de hacer ciencia. Enseñan lo que otros hicieron y hacen, lo que son y valen frente a las contingencias cotidianas de la vida elegida[4]. Por otra parte, las crónicas revelan los códigos y significados con que se hace la ciencia, con sus matices particulares también en el caso de Cuba y, ¿por qué no?, la singularidad de construir y defender un resultado científico para mujeres y varones de orígenes socioeconómicos y culturales diversos en esta región del país, frente a colegas de profesión y de ciencia con imaginarios y representaciones[5] diferentes a los esperados y deseados, en el espíritu de compartir lo que se avizora como una humilde contribución.
Todo esto tiene –sin exagerar- un incalculable valor científico, pedagógico e histórico: puede ser útil a la sociología de la ciencia o del conocimiento, a la psicología social y del género, a la historia y filosofía de las ciencias. La ¿cultura? de la “objetividad” muchas veces no nos permite evaluar el valor de estas experiencias, soslayando la posibilidad de analizar, en sus dimensiones y esencias, un proceso que se distingue por ser profundamente humano.
Las crónicas, además, permiten articular historias de resultados científicos, personas y personalidades, contextos, métodos de construcción del conocimiento en un determinado período, explorar el sentido que tienen determinados sucesos en la formación de ese capital científico tan necesario para el desarrollo del país y en un ejercicio de reflexividad científica, revisar y corregir lo que en ese orden deba ser cambiado. Un análisis de sus implícitos permite comprender el telón de fondo de cada resultado, caracterizar tendencias en los objetos investigados y en las vías y formas de abordarlos, evaluar las diferencias en los discursos, prácticas y trayectorias académicas de mujeres y varones y, con todo ello, aprender y reaprender de lo sensiblemente bueno y desaprender lo que no es pertinente al desarrollo humano.
¿Qué resalta de este libro? Los textos que ilustran las posibilidades de volar, significar y contar historias de la subjetividad humana, lecciones, experiencias de crecimiento ante la angustia por lo desconocido o el dolor ante las pérdidas –de ideales, personas, situaciones o conceptos: porque crecer también duele- y, sobre todo, de éxitos para las ciencias y la sociedad, de logros personales y colectivos, de conquistas que, por haber sido costosas para el bienestar en algún momento, luego son mejor disfrutadas.
Aunque se habla de “síndromes de la investigación” –que bien se puede escindir con el escalpelo de la experiencia que aporta la crónica del doctor Repilado-, de sufrimientos, sacrificios, ansiedad, angustia e inseguridad; también se dice de los éxitos alcanzados, de los modestos resultados construidos –sin negar el valor de los saberes aportados–.
Investigar es una experiencia dialéctica y compleja, lo uno por sus contrarios que nos elevan en la espiral de la ciencia y la vida y, lo segundo, por su coexistencia: enriquece y desgasta, te apasiona y abruma, lo disfrutas y lo rechazas, lo anhelas -y, a veces, lo llegas a detestar-, te llena de alegría y lamentas muchas veces haberte enrolado en historias que también duelen, porque “se desmoronan castillos de naipes”, porque “dime quiénes son los oponentes y te diré cuánto sudarás”. Pero, al final, también lo agradeces.
¿Lecciones aprendidas por quienes las escribieron? Entre muchas, “culminar la investigación todavía no es tener la tesis. Sólo cuando se acaba la primera se redacta la última. En adición, la redacción supone un gran poder de síntesis y dominio del escalpelo para amputar aquello que, aunque nos parezca importante, se debe suprimir”. Pero también criterios como: “sistematizar el pensamiento teórico es indispensable para que haya descubrimiento científico; porque una idea creativa es patrimonio de la cultura acumulada, otorgada por el conocimiento de las muchas referencias”; es importante “no llegar a la inscripción del tema doctoral –sic–, una de las vías para construir un resultado científico, sin un conocimiento previo del objeto de investigación en sus determinaciones más generales”; es necesaria “la selección del tema antes de iniciar esta aventura”; “pertrecharse de nuevos conocimientos para enfrentar los nuevos obstáculos”; “presenciar muchas defensas de tesis y actos científicos”; y conocer que “toda tesis doctoral, es un ejercicio científico que se realiza ante una comunidad acreditada, que tiene su propia mentalidad y que sólo una rigurosa argumentación teórica y/o experimental, es la carta de triunfo de sus hipótesis, aun cuando contradigan los criterios imperantes”.
Valga la lectura del libro para comprender que un resultado científico se construye, no solo con la capacidad de argumentar una tesis, sustentada en la pertinencia del método científico elegido y explicada con una capacidad de síntesis forjada en el intercambio múltiple de sus presentaciones; un resultado científico es también el corolario del amor y el compromiso científico con la sociedad, el interés por el conocimiento, la pasión por la verdad y la perseverancia para llegar a ella –aunque sea relativa-, de la capacidad para sortear obstáculos y crecer frente a ellos, de la convicción de que se puede.
Dra. C. Rosa María Reyes Bravo, 18 de agosto de 2014
Notas
[1] Al decir del destacado psicólogo social Dr. Enrique Pichón Rivière. Su legado se multiplica en las enseñanzas de las escuelas de psicología social en Argentina y de quienes siguen sus contribuciones en toda América Latina y otras latitudes. Para M. Berenstein, el vínculo es una ligadura emocional estable característica del mundo mental en la que se distinguen tres áreas: la intrapsíquica, la intersubjetiva y la transubjetiva, distinguida esta última por las representaciones ligadas a la ideología, la política, la ética y la religión. Cfr. Berenstein, I (1991), Reconsideración del concepto vínculo. Psicoanálisis, AP de BA, XIII (2), 219-235.
[2] Según Blumer[2], considerado padre fundador del interaccionismo simbólico, el significado no emana del interior de las cosas mismas, ni procede de los elementos sicológicos de las personas, sino que surge del modo en que unas personas actúan con otras frente a las demás cosas. Los significados son productos sociales elaborados a partir de la interacción de las personas en sus actividades. Cfr. Blumer, H., Symbolic Interactionism, Perspective and Method, Prentice Hall, Engle-wood, 1969, referenciado en Ruiz Olabuénaga, J. I., Metodología de la investigación cualitativa, 4ta. Edición, universidad de Deusto, Bilbao, España, 2007.
[3] “Término extraído de la Física que se ha incorporado a las ciencias que estudian la conducta y la psicología humanas, se define como la capacidad de superar la adversidad y salir fortalecido de ella (…) Resiliencia no significa invulnerabilidad ni impermeabilidad al estrés, se relaciona más bien con el poder de rebotar y recuperarse’”. Cfr. Grau Martínez, A. y otros (2000), Psiquiatría y psicología de la infancia y adolescencia. Madrid: Editorial médica Panamericana, pág. 26.
[4] El Dr.C. Rodolfo Alarcón Ortiz, Ministro de Educación Superior, concluía en julio de 2013 una de sus conferencias sobre el sistema de educación cubano, afirmando: “… se enseña con lo que se sabe, se educa con lo que se es”; y agrego: con lo que se hace.
[5] Cabe aquí la representación que un colega de profesión me comentó que tenía del acto de defensa de un resultado científico para obtener el grado de doctor en ciencias –y aunque era de la psicología, bien vale para otras disciplinas-: “es como estar empujando una puerta de roble muy fuerte para entrar en una habitación –donde están los que ya son doctores, representados en ese momento por el tribunal- y mientras más empujas, más se resisten los que están dentro a tu entrada, pero luego, cuando logras con mucha resistencia, fuerza y constancia penetrar en la habitación, compartes con aquellos también el empeño de hacer muy difícil la entrada de otros.
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Gracias Dra. por mostranos algo que lo teemos a diario pero que tal vez no le damos la verdadera importancia,son tantos y tantas las perosonas q hacen cosas bellas por mostrarnos esos caminos de la ciencia que debemos de felicitar cada día en nuestro quehacer, esperamos el formato digital e invitarla a nuesta sala de estudio para que con su ayuda nos permita transitar por esos parajes de la ciencia,Éxitos!!!!
Excelentes propuestas, que además cuando leemos compartimos las experiencias personales como propias para quienes desandamos esos caminos, …con algunas hasta me diverti, TODAS validas y muy bien escritas…FELICITACIONES!!!! a los autores y ojalá se mantenga ese concurso sui generis para quien pueda llevar en palabras ese desafiante camino a la superación y excelencia