La perpetua sabiduría de tus muros

Paredes, muros y luces esconden la sapiencia sempiterna de una institución. El experimento, la investigación o una ponencia, luego de mucho hurgar en añejos papeles, encuentran un justo sitio, donde la historia nos ofrece ese río profundo del conocimiento.

73 años te pueden hacer lucir, quizás, como una edificación agrietada por el tiempo, pero la belleza está sobre todo en el ojo que ve.

En tus aulas encontré la magia embriagadora de lo hermoso; y quién no encuentra belleza en los placeres de un libro, o en el discurso de un sabio profesor que danza en los contornos de una pizarra. “Ciencia y Conciencia” es como un tatuaje que nos marca, sin mapas ni brújulas; es más que un andamiaje espiritual que nos acompaña en cada viaje.

Te hablo como el hijo que se fue pero regresa. Dijo Joaquín Sabina que “al lugar donde has sido feliz no deberías de volver”; pero cada hijo forjado en tus manos, cada grito que enmarca los resultados de la ciencia, nos lleva inexorablemente a esa raíz que tú eres. Lo vivido nos hace entender que Sabina pudo equivocarse. Al lugar donde has sido feliz sí deberías volver, como imprescindible viaje a la semilla, no mecánico o silente, sino en busca del misterio que aguardan tus paredes.

73 años es una invitación al reconocimiento y al orgullo, por seguir bebiendo una vez más de tu infinito caudal de sabiduría.

        

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