La fuerza que Melissa no pudo derribar

Cuando el huracán Melissa atravesó Santiago de Cuba, el impacto no solo se sintió en los techos arrancados y las calles anegadas. El evento meteorológico provocó daños significativos en sectores estratégicos del territorio, afectó el acceso al agua potable, deterioró infraestructura habitacional, eléctrica y agudizó vulnerabilidades preexistentes. En ese escenario complejo, la Universidad de Oriente —una institución histórica con más de 75 años de servicio— demostró nuevamente por qué constituye uno de los pilares sociales de la región oriental.

A pesar de que una parte considerable del personal universitario enfrentaba afecciones de salud producto de las arbovirosis , la interrupción eléctrica prolongada y las condiciones post-huracán, la respuesta institucional fue inmediata. Desde el primer momento, las autoridades universitarias activaron grupos de trabajo multidisciplinarios para apoyar las acciones territoriales orientadas por el Consejo de Defensa Provincial.
Más allá del compromiso moral, existe un razonamiento técnico detrás: la Universidad de Oriente aglutina especialistas en ingeniería, ciencias sociales, arquitectura, educación y ciencias aplicadas, lo que la convierte en un actor clave en procesos de evaluación de daños y recuperación.

Una de las labores desarrolladas fue la higienización de la Potabilizadora de Quintero, infraestructura crítica que abastece a una parte significativa de la ciudad. La presencia de lodo, residuos vegetales y sedimentos amenazaba con extender los días sin suministro de agua. Equipos universitarios se sumaron a las jornadas de limpieza profunda, facilitando la reactivación parcial del sistema. Esta intervención contribuyó a acelerar los ciclos de potabilización y evitar afectaciones mayores en un momento donde la disponibilidad de agua segura era vital para la salud pública.

De manera paralela, brigadas de docentes y personal administrativo se desplazaron a comunidades seriamente afectadas como El Cobre, Veguita de Galo, el Reparto Los Olmos, el Consejo Popular Agüero-Mar Verde, El Cristo y el municipio Contramaestre. Allí asumieron una tarea tan esencial como poco visible: el llenado de fichas técnicas del fondo habitacional, procedimiento que determina el nivel de afectación de cada vivienda y define su acceso a materiales, subsidios o acciones de reconstrucción.
Esta labor requiere precisión, conocimientos básicos de diagnóstico constructivo y habilidades para interactuar con familias bajo estrés emocional. En la práctica, permitió que decenas de hogares iniciaran oportunamente el proceso de recuperación.

La acción universitaria también incluyó apoyo logístico y humano a sectores vulnerables, entre ellos adultos mayores solos, familias con niños pequeños y personas en situación de discapacidad. Desde las facultades se organizaron donaciones de ropa, artículos de aseo y materiales básicos, recursos que fueron entregados directamente en los territorios priorizados por los gobiernos locales. Este gesto confirmó un principio fundamental de la Universidad de Oriente: su responsabilidad social trasciende los muros de sus campus.

El trabajo desplegado no fue improvisado. Responde a una tradición histórica: la Universidad ha participado en momentos críticos como epidemias, desastres naturales y procesos de recuperación económica, aportando conocimiento, mano de obra calificada y un fuerte sentido de pertenencia territorial. La solidaridad demostrada tras el paso de Melissa reafirma este legado institucional.

En medio de un escenario marcado por daños materiales, retos sanitarios y una población vulnerable, la Universidad de Oriente ratificó que su función social no se limita a la docencia o la investigación. Es una institución que acompaña, interviene y se integra al tejido comunitario cuando más se le necesita.
Porque en Santiago de Cuba, después del huracán, no solo se reconstruyen casas: se reconstruyen certezas, y en ese proceso, la Universidad estuvo —y sigue estando— en primera línea.

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