Por: MS.c Angel Taboada Salmerón
En la calle Alameda de San Salvador N0. 67 hoy Moncada N°. 106 en la muy santiaguera barriada de Los Hoyos, nació el Mayor General Guillermón Moncada el 25 de junio de 1841. De origen muy humilde, hijo de María Dominga Moncada, de profesión partera y único sostén económico de una familia de cinco hijos: tres hembras y dos varones.
Como todo niño negro de su época fue discriminado por el color de su piel, le decían que era “más malo que Aponte”. Pudo asistir a una humilde escuela primaria en la calle San Mateo, donde aprendió a leer y a escribir. En su dura adolescencia aprendió el oficio de carpintero aserrador. Trabajó también la albañilería en la reconstrucción de su casa con la ayuda de su vecino Quintín Bandera.
Mucho influyó en la formación de Guillermón, su madre Dominga Moncada. Ella fue madre y padre a la vez, pues este último nunca tuvo presencia afectiva ni económica en su hogar. Los valores éticos de la madre calaron muy profundo en la recia, pero noble personalidad de quien fuera siempre un buen hijo. Todo el dinero que ganaba se lo entregaba a ella, pero también como señal inequívoca de cuanto la respetaba y veneraba, bastaría decir que a pesar de que todos sus amigos fumaban él no se atrevía porque “era una falta de respeto fumar sin permiso de mamá Dominga”. Una negra liberta, ña Amalia, le enseñó el manejo del machete. A menos de un mes de iniciada la gesta independentista de 1868, logró incorporarse luego de burlar la estrecha vigilancia española en la ciudad.
Ya mambí, figuró en las fuerzas al mando del comandante Antonio Velázquez Monzón, destacadas en Majaguabo, en la jurisdicción de San Luís. La primera misión asignada por su jefe fue la de dar clases en el uso del machete a los reclutas recién incorporados en la alturas del Puerto de Boniato.
Todos sus grados militares fueron ganados en combate, desde el de Cabo hasta el de Mayor General, lo que habla a lo claro de su bravura y su entrega a la causa cubana. Sobre la valía de Guillermón diría Máximo Gómez: “Este Guillermón vale mucho, además de muy valiente, tiene dotes de mando y gran habilidad estratégica, por lo tanto, es un hombre que promete, y si no lo matan, llegará muy alto…”
El periodista e historiador cubano Gregorio Delgado Fernández, así lo describe:
“… De pura raza africana, labio superior corto, dientes grandes y blancos, estatura muy elevada, casi gigantesca y musculoso (…) Caballeroso, noble y sencillo (…) de simple soldado a Mayor General, mirada escudriñadora y carácter ejecutivo.”
En 1871, en la región de Baracoa se desempeñaba como jefe de guerrilleros un sanguinario personaje, el Coronel Miguel Pérez, cubano de ascendencia aborigen, antiguo rancheador, del que se conocía que había asesinado por igual a hombres, mujeres y niños durante sus letales andanzas por los montes orientales. De sus 71 años de vida había dedicado 54 al servicio de España. Máximo Gómez le encomendó a Moncada, entonces comandante, que encontrara a Pérez y su cuadrilla y los liquidara.
Miguel Pérez dejó en un camino una nota dirigida a Guillermón, con el siguiente texto; “A Guillermón Moncada, en donde se encuentre. Mambí: No está lejos el día en que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana.”
Miguel Pérez y Céspedes
La respuesta de Guillermón no se hizo esperar y la dejó escrita al dorso de ese mismo papel:
“A Miguel Pérez y Céspedes, en donde se hallare. Enemigo: por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada, pero te prometo que mi brazo negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la triste oportunidad de quitarle el filo a mi machete. Más, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien.”
Guillermón
Por fin el 26 de mayo de 1871 en las lomas de Peladero se encontraron los dos temibles adversarios. El combate fue terrible, un duelo singular a machetazos en medio de una guerra moderna, en el que Miguel Pérez cayó horriblemente macheteado. Toda la escuadra que salió al campo con Miguel Pérez fue aniquilada ese día. Al día siguiente Guillermón mandó a Gómez el sable del derrotado y sus grados.
Todos los cubanos participantes en la decisiva acción fueron ascendidos. Guillermón Moncada recibió los grados de teniente coronel. La invasión a Guantánamo pudo ser realizada.
Junto al Mayor General Antonio Maceo rechazó el Pacto del Zanjón durante la gloriosa Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878. Guillermón escribió una carta al General Vicente García donde dejaba bien claro que “…nosotros no podemos admitir nunca la paz que, bajo condiciones tan humillantes y ridículas nos brindan los españoles.”
Tomó nuevamente las armas desde el 26 de agosto de 1878 hasta septiembre de 1879 durante la llamada Guerra Chiquita, viéndose obligado a deponerlas junto a los también generales santiagueros José Maceo y Quintín Bandera, acogiéndose a un acuerdo de paz el 2 de junio de 1880.
Los españoles violaron el acuerdo. Los tres jefes mambises fueron apresados en alta mar cuando viajaban con sus familiares hacia Jamaica. Conducido a Puerto Rico, en espera de ser trasladado a las prisiones peninsulares, a finales de ese mes llegó preso a Santander, luego a Cádiz y al Castillo de Isabel II, para por último ser enviado a la Mola de Mahón, en Islas Baleares.
En septiembre de 1886 por una amnistía política decretada en España, le fue concedida la libertad junto a Quintín Bandera y Felipe Regüeiferos, entre otros. Invadido por la tuberculosis por el tormentoso e injusto cautiverio, se consagró por completo a la preparación de la guerra necesaria que organizaba José Martí.
Fue capturado nuevamente por sus actividades conspirativas y guardó prisión desde diciembre de 1893 hasta junio de 1894 en el antiguo cuartel Reina Mercedes, quedando en libertad por el pago de la fianza con dinero recaudado por el propio José Martí, quien lo admiraba y consideraba indispensable para el nuevo proyecto emancipador.
Contaba con 54 años, al amanecer del 24 de febrero de 1895, ya gravemente enfermo y en fase terminal, fue de los primeros en alzarse en Alto Songo, Santiago de Cuba. Pensando siempre en la causa a la que había consagrado toda su vida, sintiendo la proximidad del fin de sus días, confió la jefatura de su región al Mayor General Bartolomé Masó y le entregó el mando de sus fuerzas al Coronel Victoriano Garzón.
Una fulminante hemoptisis, puso fin a su vida en el campamento de Juturito, en Mucaral, municipio de Alto Songo, el 5 de abril de 1895. El general Enrique Collazo escribiría luego sobre el papel desempeñado por Guillermón en los inicios de la Guerra del 95:
“Guillermo Moncada, en Cuba, poco podía hacer, era un moribundo que venía en cumplimiento de su palabra, y guiado por su patriotismo a morir a la sombra de su bandera.”
La vida de este santiaguero ejemplar, es merecedora de respeto y reverencia eterna, Cuba toda le honra a 181 años de su natalicio con la determinación irrevocable de preservar la patria mambisa que nos legó.
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