Por Ángel Taboada Salmerón
“Nosotros somos de una familia de origen muy pobre y modesta, del barrio La Matilde de Artemisa, de donde salieron, la mayoría no, prácticamente todos los compañeros que participaron en el Moncada”. Así resume sus orígenes el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez. Aquel muchacho que partió de su terruño natal, el 24 de julio de 1953 a su cita con la historia. Conmueve recordar que 11 de los compañeros que le acompañaron en el asalto no regresaron.
Con apenas 21 años, tenía la convicción que era necesaria e inaplazable la carga que en 1923 en encendidos versos patrióticos había pedido Rubén Martínez Villena“…para matar bribones, para acabar la obra de las revoluciones… para cumplir el sueño de mármol de Martí”, por eso fue al Moncada.
Se ofreció como voluntario para ocupar un puesto en la avanzada. Estuvo entre los ocho seleccionados por Fidel para tomar la posta. Fue el primero en penetrar al cuartel después de bajar de un golpe la cadena que impedía el paso en esa área, junto a sus compañeros José Ponce y Jesús Montané. Fue uno de los últimos en salir, luego de resultar herido.
Figuró entre los 27 asaltantes que fueron detenidos y juzgados por el Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba. Luego de permanecer un tiempo en la cárcel de Boniato, fue trasladado hacia el reclusorio nacional de Isla de Pinos, la misma isla del Abra, donde 87 años antes llegó el joven José Martí, con el cuerpo adolorido por los rigores del presidio y en la mente la firmeza de sus ideales.
Como el resto de sus compañeros, se negó a aceptar la cena especial del 24 de diciembre de 1953 en protesta por los asesinatos cometidos por el ejército y la guardia rural durante los sucesos del Moncada.
Conoció de los rigores del presidio. Lo aislaron junto a sus compañeros Ernesto Tizol, Agustín Diaz Cartaya e Israel Tápanes, en el pabellón concebido para enfermos mentales: una celda de castigo de 2 metros de largo por 1.5 metros de ancho, donde sólo se podía permanecer de pie estando encorvado, una abertura para pasar los alimentos, pero no la luz. Sus carceleros no le perdonaron que fuera de los primeros en entonar la patriótica marcha del 26 de julio ante la visita del tirano Batista al penal.
La amnistía posibilitó la salida de él y el resto de los moncadistas en mayo de 1955. En su mente junto a la nitidez de los recuerdos, estaba la decisión de seguir a Fidel y la convicción de que el 26 de julio de 1953 devolvería al pueblo cubano la dignidad ultrajada.
Siguió involucrado en actividades revolucionarias, sufrió prisión nuevamente y tras alcanzar la libertad se trasladó a México. Formó parte de los 82 expedicionarios del Yate Granma que desembarcaron el 2 de diciembre de 1956 en la costa sur de Oriente. Ramiro recibió el grado de teniente durante la travesía.
Sobrevivió a la sorpresa de Alegría de Pío. Ametralladora en mano se enfrentó al adversario y tras la dispersión de sus compañeros quedó solo, hasta encontrarse con el Che y otros combatientes. El monte y una cueva serían oportuno refugio, en momentos de los cuales el Che escribió:
“…nosotros pensábamos más en que no nos vieran que en defendernos y resolvimos mantenernos allí durante el día, aunque con el compromiso expresamente tomado por los cinco, de luchar hasta la muerte. Quienes hicimos este pacto nos llamamos: Ramiro Valdés, Juan Almeida, Chao, Benítez y el que esto relata…”
Integró el núcleo guerrillero que inició la lucha en la Sierra Maestra. A mediados de marzo de 1957 la pequeña tropa rebelde recibió el primer gran refuerzo en hombres y armas enviados por Frank País García. Con esta tropa se reestructuró la Columna 1 José Martí y se formaron tres pelotones. Ramiro Valdés, con grado de teniente, recibió el mando de una de las escuadras del pelotón del capitán Raúl Castro.
Fue designado segundo jefe de la columna invasora 8 Ciro Redondo, al mando del comandante Ernesto Che Guevara. Realizó la invasión a Occidente y posteriormente, una vez en el territorio de la antigua provincia de Las Villas, participó en las acciones del Escambray. Cuando se produjo el triunfo revolucionario en enero de 1959 contaba con los grados de comandante.
Después del triunfo revolucionario continuó con la trayectoria que lo hizo merecedor de la admiración y respeto del pueblo cubano. Así fue desde su designación como jefe militar en la región central y posteriormente en su desempeño como segundo jefe de la fortaleza de La Cabaña en La Habana. Desde la fundación de los órganos de la Seguridad del Estado, ocupó cargos en la jefatura.
Formó parte de la Dirección Nacional de las ORI y fue Ministro del Interior desde su creación en 1961. En 1979 fue designado nuevamente para el cargo, luego de haber ocupado el puesto de Viceministro Primero de las FAR y de desempeñar otras responsabilidades.
Desde agosto de 2006 ocupó el cargo de Ministro de Informática y las Comunicaciones. Fue promovido en enero de 2011 a Vicepresidente del Consejo de Ministros para atender los sectores de la Construcción, la Industria Básica, la Informática y las Comunicaciones.
En la Sesión Constitutiva de la IX Legislatura del 19 de abril de 2018, fue elegido vicepresidente del Consejo de Estado de la República de Cuba. Este cargo lo ocupó hasta el 10 de octubre de 2019. Actualmente es Viceprimer Ministro de la República.
Numerosas medallas y condecoraciones han distinguido el paso de quien es también Héroe del Trabajo. Es hoy merecedor de la Orden Playa Girón y Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular por el municipio de Artemisa, esa pródiga tierra donde nació el 28 de abril de 1932. Es un hombre en cuyo pecho brilla la estrella de Héroe de la República de Cuba. Su vida ha estado signada por la sencillez, la consagración y la fidelidad sin límites a la Patria y al legado de Fidel.
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