76 Aniversario de la tragedia en Hiroshima y Nagasaki

Por: Pedro Manuel Tejera

La ambición en el mundo no tiene límites. Luego de una devastadora Primera Guerra Mundial (IGM) y estremecedoras revoluciones en Europa y Asia el siglo XX, fue testigo de una profunda crisis económica conocida como el Crack del 29 y una IIGM, de consecuencias mucho más terribles que en la primera. La búsqueda de la paz y la estabilidad se entronizó en muchos corazones. Después de derrotar al fascismo alemán con la participación protagónica del Ejército Rojo, las potencias vencedoras acordaron en Potsdam reducir al militarismo japonés expandido en territorios de Asia y Oceanía y aliado de la Alemania nazi.

El enfrentamiento entre el imperio japonés y EUA entró a partir de ahí en una nueva etapa. Para escarmentar a Japón, el Gobierno estadounidense decidió emplear un arma que mantuvo secreta hasta ese momento y cuyas consecuencias no habían sido evaluadas en su totalidad. Se escogieron 4 ciudades (Hiroshima, Kokura, Nagasaki, Niigata) como blancos para el arma secreta, cuya prueba se había realizado en Arizona el 16 de julio de 1945. La primera bomba (“Little Boy”) se lanzó desde un avión B-29 (Enola Gay) sobre la matinal ciudad de Hiroshima, liberando una energía equivalente a 16 kilotones de Trinitrotolueno (TNT). La temperatura ambiente se elevó bruscamente y se segaron en un instante la vida de 17 millones de personas que iniciaban su cotidianidad.

Fue una verdadera tragedia lo vivido aquel 6 de agosto de 1945 en Japón. Y en días posteriores, mientras el mando japonés analizaba la rendición, se lanzó desde otro bombardero B-29 (Bock`s Car) una segunda bomba (“Fat Man”) sobre Nagasaki, ciudad incluida en la planificación estadounidense en el último momento. Se liberó una energía equivalente a 20 kilotones de TNT que segó la vida de 40 mil ciudadanos japoneses en un instante. Entre una y otra bomba mediaron unas 72 horas. Los mayores efectos lo sufrieron los civiles. Los japoneses tuvieron que enfrentar y sufrir  durante años las consecuencias de esas bombas. Se cumplen 76 años en este agosto de 2021 de aquellos acontecimientos.

Muchos esfuerzos se han realizado para evitar que una nueva catástrofe de este tipo vuelva a ocurrir. En las situaciones que se han dado se ha podido evitar el uso de esa arma. Se han adoptado tratados, en los cuales se han comprometido y des-comprometido las potencias nucleares que ahora suman nueve (EE.UU, Reino Unido, Federación Rusa, Francia, República Popular China, La India, Pakistán, Corea del Norte e Israel). También son notables las armas atómicas almacenadas y su variedad y medios de transportación. El peligro se ha incrementado y la mayoría de la comunidad internacional no podría evitar que se desate una nueva y devastadora guerra nuclear.

En 1945 el Gobierno de los Estados Unidos conscientemente investigó, experimentó y utilizó el arma atómica para lograr la rendición incondicional de Japón. Lo triste es que la haya empleado en ciudades densamente pobladas y no contra efectivos e instalaciones militares. La historia demuestra que la selección de los blancos y los lanzamientos fueron intencionales, tal como usaron posteriormente el napalm y el agente naranja en la Guerra de Vietnam, las municiones de uranio empobrecido en Iraq y otras tantas tecnologías para segar la vida de sus enemigos, incluso, a costa de que se enfermaran sus propios efectivos militares.

En 1945, el Gobierno estadounidense no consultó a su pueblo para tomar una decisión de esa magnitud. Los gobernantes estadounidenses mantuvieron a su pueblo al margen de las investigaciones y pruebas que se realizaban; así como se aisló a los científicos que participaron en el proyecto Manhattan. El propio Presidente Harry S. Truman celebró el daño infligido. ¿Es eso posible en una nación democrática? Desde que en 1835 Alexis de Tocqueville escribió la obra “Democracia en América”, ese país se ha considerado la meca de la democracia, aunque mantuvo la esclavitud en parte de su territorio hasta el último tercio del siglo XIX, expandió sus dominios hacia el oeste, desplazando a los aborígenes que habitaban en esos lugares, arrebató territorios de México en guerra con esa nación, anexó, compró y se convirtió en gran nación y en imperio.

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