Ocho años después de la muerte en Dos Ríos de José Martí, nació el 25 de marzo de 1903, en la Ciudad de La Habana, Julio Antonio Mella.
Su vida breve, luminosa y fecunda, terminó al caer asesinado en México el 10 de enero de 1929, tres años después de haber nacido el que es guía querido y admirado de nuestra Revolución Socialista, el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Mella perteneció a una modesta familia de la pequeña burguesía, de la llamada también clase media. Su padre, Nicanor Mella, era un afamado sastre de origen dominicano, establecido en Cuba desde largos años.
Cecilia Mac Parland, irlandesa de origen, fue su madre y también de Cecilio Mella su hermano. Los dos pasaron la mayor parte de su niñez en el hogar del primer matrimonio del padre, junto a sus hermanos mayores.
Julio Antonio Mella asistió a una escuela primaria en La Habana, y después fue alumno de los Escolapios de Guanabacoa. El dominaba la lengua materna, el inglés, y estuvo corto tiempo en los Estados Unidos, a donde fue enviado por motivos de salud.
Pero a los 16 años era un joven alto, vigoroso, lleno de optimismo, dotado de profunda sensibilidad humana, deseoso de conocer el mundo que lo rodeaba, gran lector de buenos libros y entusiasta atleta que se inspiraba en el antiguo lema “mente sana en cuerpo sano”. Su tesón, fuerza de voluntad y carácter se fue templando en la práctica del deporte hasta llegar a ser el stroke victorioso en unas regatas como integrante del equipo del Centro de Dependientes.
Cursó el bachillerato en la Academia Newton, donde fue su profesor el poeta mexicano Salvador Díaz Mirón. Al ingresar en la Universidad de la Habana, donde se matriculó en las Facultades de Derecho, Pedagogía, Filosofía y Letras en 1921, era su nombre ya conocido como deportista. ¿Cuál fue el ambiente nacional en que se desarrollaron la niñez y la adolescencia de Julio Antonio Mella?
Entre 1898 y el 20 de mayo de 1902, fecha de la instauración de la República, mediaron cuatro años de intervención militar norteamericana. Las aspiraciones de Martí y Maceo, de plena Soberanía y Liberación, quedaron frustradas, desde esos cuatros años antes, y aún después de fundada la República. La verdadera independencia de Cuba, no se alcanzó en 1902, sino hasta el 1ro de enero de 1959, con el triunfo de las fuerzas revolucionarias comandada por Fidel Castro que aplastaran la tiranía de Batista, sustentada por el imperialismo norteamericano. Esto es sobradamente conocido ahora por todo el pueblo de Cuba. Pero fue por mucho tiempo una verdad oculta, que sólo se manifestó a las conciencias más avisadas.
Para comprender la vida de Mella, apreciar sus cualidades, considerar las huellas que dejara en la historia de nuestra patria, y aquilatar el valor de su pensamiento y de su acción, debemos recordar cual era el ambiente de Cuba en el primer cuarto del siglo XX.
La intromisión yanqui en la vida nacional estaba basada en la fuerza militar de los EE.UU y se apoyaba en politiqueros ambiciosos al servicio de los ricos del país, tanto cubanos como españoles.
Mella en su conferencia, pronunciada en 1924, «Cuba, un pueblo que jamás ha sido Libre”, lo constata al decir: “Aquí los capitalistas nacionales y los gobernantes hacen creer a todo el mundo que el capitalismo americano, tiránico y absorbente, es el maná del pueblo cubano”. Y añade “He aquí demostrada la falsedad, aún dentro de las teorías de la ciencia oficial, de la vana ilusión predicada en las escuelas y cátedras universitarias sobre la independencia absoluta de Cuba. Al hombre de sentido común la realidad le enseña que no hay tal independencia, que no somos ya colonia de España; pero si lo somos de la plutocracia norteamericana. La América Latina, en mayor o menor grado, no es libre, pertenece al solo Estado, al solo Poder, que absorbe a todos los otros: los Estados-Unidos de Wall Street”.
Así era y fue la realidad cubana antes del triunfo de nuestra Revolución. Después de los cuatro años de la primera intervención, fue impuesta la Enmienda Platt que ataba a Cuba al dominio político de los Estados Unidos a través del Departamento de Estado de Washington, mientras la absorción económica se realizaba por las grandes compañías yanquis, imperialistas, con sede en Wall Street, y dominantes de la política dictada desde Washington.
Así los bancos, los ferrocarriles, los teléfonos, las compañías de electricidad y gran parte de los centrales azucareros representaban las inversiones yanquis que como un pulpo se extendían por todo el país chupando nuestras riquezas.
Mientras se hacía creer a los cubanos por la prensa y todo tipo de publicidad y hasta en las escuelas, que la interferencia yanqui en la vida cubana era beneficiosa y hasta se propagaba la monstruosidad mentirosa que Cuba debía su independencia a los Estados Unidos, los mismos que la estaban usurpando.
Los Ministros, que era ese el título de la representación diplomática yanqui hasta 1923 en que fue cambiado por el rango de Embajador en época de Crowder, con sus mandatos regulaban la política del gobernador de turno. La camarilla de los políticos que se turnaban en el poder a base de servir a los amos yanquis, eran los dóciles instrumentos de penetración, al tiempo que ejercían contra los trabajadores explotados, los obreros y los campesinos, un creciente sistema de opresión. Los momentos más feroces de este terror contra el pueblo en ese período, se manifestaron en el gobierno de Menocal y en el de Machado, al cual se enfrentó Mella.
Estos gobernantes corrompidos, al servicio yanqui, se enriquecían a su amparo y usufructuaban las riquezas producidas por el pueblo trabajador.
¿Qué perspectivas había para el obrero, para el estudiante, para el joven, para el pueblo en general?
La gran virtud y el mérito de Mella fueron descubrir cuáles eran y son esas perspectivas, esa posibilidad de salir del régimen de miseria, de ignorancia y de opresión en que estaba sumido.
Mella supo escoger y dar vida a la bandera de liberación que había alzado Martí, la bandera que hoy flamea ante los pueblos de toda Latinoamérica, empuñada por la mano vigorosa y firme de Fidel Castro.
¿Cómo pudo Mella, en aquel ambiente de ahogo, de interiorización de lo cubano, de exaltación de la opresión, descubrir el camino de la verdad?
A los diecinueve años Mella ingresó en una Universidad que era reflejo del colonialismo español y de la opresión imperialista norteamericana. Pronto se convierte en el más alto líder estudiantil de su tiempo. Comprende que la realidad universitaria es reflejó de la realidad nacional y encuentra el origen de los males que aquejan a Cuba, ya señalados por él en el citado ensayo “Cuba, un pueblo que jamás ha sido libre”. Pero no le basta con conocer el origen del mal. Sabe también encontrar la salida. Abraza la causa del socialismo científico, del marxismo leninismo, la causa del comunismo. Ávido lector de los textos marxistas, y hombre de acción que sabe ligar la teoría con la práctica, señala el camino a seguir: el camino a la Revolución Social. Atendamos sus propias palabras, contenidas en el citado ensayo: “Hay que hacer la revolución de la ciudadanía, de los pueblos contra el dólar. En todos, inclusive, o mejor, en los Estados Unidos de Norteamérica. Luchar por la Revolución Social en la América no es una utopía de locos o fanáticos, es luchar por el próximo avance de la historia”.
Palabras certeras en un joven de veintiún años, y que el paso de la historia ha puesto en primer plano de la actualidad.
Por eso Mella, que ha participado como líder en la fundación de la FEU, en la de la Liga Antiimperialista, es también, junto a un grupo de obreros y de intelectuales revolucionarios, fundador del Partido Comunista de Cuba, en agosto de 1925.
Su ligazón con la clase obrera, cuya causa abraza, se había estrechado con la creación de la Universidad Popular, el 3 de noviembre de 1923, como acuerdo del Primer Congreso Nacional de Estudiantes, del cual fue promotor, alma y guía.
Más de quinientos obreros acuden de noche a recibir clases en la Universidad, impartidas por estudiantes dirigidos por Mella. En el plan de estudios figura también la ciencia marxista.
Si 1925 es el año de la fundación del Partido Comunista, lo es también del arribo al poder de la primera de las grandes tiranías políticas que ha sufrido el país: el gobierno de Gerardo Machado.
Mella recibe el advenimiento del nuevo gobierno con esta frase que calza la foto del nuevo presidente, en la revista “Juventud” que dirige: “Otro amo más: Mussolini Tropical”.
Como corresponde a un revolucionario de raíz profunda, a un marxista leninista que recibe la lección de su tiempo, Mella fue un admirador de la Revolución Rusa, estímulo y orientación para la lucha de emancipación de los pueblos. Su cariño y devoción por la Unión Soviética se manifiesta con motivo del arribo a Cuba del primer barco soviético en 1924. Mella cruzó a nado una buena parte de la bahía de Cárdenas para estrechar las manos amigas de la tripulación soviética, con quienes departió fraternalmente y fue para él motivo de alegría y honor haber estado unas horas bajo la gloriosa bandera roja de la hoz y el martillo, símbolo y anuncio de la liberación definitiva del proletariado internacional, y que veneran con los trabajadores que luchan por su liberación todos los comunistas del mundo.
Como la lucha de Mella trasciende de la Universidad, como en virtud de su vinculación a la clase obrera y por la fundación del Partido Comunista, se extiende a los sindicatos obreros, y como la reacción universitaria, reflejo de la nacional, se hace más fuerte en la Universidad, Mella es expulsado como estudiante en 1925 y es impedida su entrada en el recinto universitario.
Los estudiantes de hoy deben conocer su alegato al Consejo Universitario, que refrendara su expulsión. En él se advierte como para Mella es ya más amplio su radio de acción: la lucha de los trabajadores por la conquista del poder. Pero la tiranía machadista, que ha asesinado líderes obreros y adversarios políticos apenas arriba al poder, no puede tolerar la rebeldía de Mella. El 27 de Noviembre de 1925, llega al Aula Magna de la Universidad, donde se conmemoraba el fusilamiento de los Mártires de 1871, la noticia del encarcelamiento de Mella bajo el pretexto de una burda acusación.
Como protesta por la arbitraria detención y como medio de expresar su rebeldía al régimen opresor, Mella declara una huelga de hambre que se prolonga durante diez y seis días, y que conmueve al país. Durante éstos el recio líder probó la firmeza de su carácter, su resistencia física y moral, pues ni en un momento decayó su ánimo, pese a que la debilidad sufrida obligó a hospitalizarlo, y supo resistir toda clase de presiones, hasta las de sus compañeros, para hacerlo desistir de su actitud. Machado tuvo que ceder por la repercusión que entre las masas tuvo la huelga de hambre de Mella, que movilizó a obreros, estudiantes, gente del pueblo e intelectuales, entre éstos, con una activa y brillante actuación, a Rubén Martínez Villena.
Le fue retirada la orden de encarcelamiento, y puesto en libertad provisional se vio obligado a salir del país por el puerto de Cienfuegos, con la ayuda del doctor Gustavo Aldereguía, rumbo a Honduras primero, para establecerse en México después.
En México, Mella sé vincula al Partido Comunista y toma parte en las luchas campesinas y obreras. Colabora en publicaciones revolucionarias como “El Machete”, órgano entonces del Partido Comunista Mexicano. De México parte a Bruselas para participar en el Congreso Antiimperialista celebrado en esa ciudad en 1927. Atraviesa Alemania ayudado por los comunistas alemanes, y cumple su sueño de visitar la Unión Soviética.
“De vuelta del Paraíso —declara después—, regreso a nuestro continente donde hay mucho que hacer”. Esta frase expresa la impresión que le produjera su visita al primer país socialista del mundo.
Su infatigable actividad se manifiesta en su vinculación a las luchas de masas en México. Se matricula en la Universidad para terminar sus interrumpidos estudios y sostiene correspondencia con sus compañeros de Cuba y con sus “contactos” en el resto del continente.
Lejos de Cuba, sueña con regresar y no cesa de trabajar para ello. Funda la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos y su órgano “Cuba Libre” para combatir a Machado y al imperialismo. A fines de 1928, establece contacto con un movimiento democrático burgués de Cuba, el Partido Nacionalista, y le propone una acción conjunta contra Machado, para la toma del poder a base de una expedición armada, organizada por los cubanos en el exilio bajo su dirección. Un traidor del movimiento nacionalista, Rey Merodio, delata los planes de Mella. El entonces jefe de la policía secreta machadista, el Comandante Trujillo, recibe de su amo una orden que merece el beneplácito del imperialismo: consumar el asesinato de Mella. Parte de Cuba el agente provocador Magriñat. Se apoya en el agente provocador Raúl Amaral Agramonte, quien propagó la calumnia que Mella había despreciado la bandera cubana, calumnia elaborada con el fin de mitigar la explosión de cólera del pueblo al conocer el asesinato que se preparaba. Mella logra cursar un cable a la prensa cubana desmintiendo el infundio. Al regresar esa noche a su domicilio, es balaceado por dos matones a sueldo, parapetados cobardemente tras una valla, en la esquina de Morelos y Abraham González, en ciudad México.
Ha caído el gran líder exclamando; “Muero por la Revolución”. Por esa revolución hoy victoriosa, y guía de Nuestra América, la que hacen avanzar cientos de miles de jóvenes cubanos inspirados en el ejemplo de Mella. La gloriosa Revolución Socialista que conduce valiente y firmemente nuestro Comandante Fidel Castro.
La vida de Mella se resume en seis años de lucha abnegada y contante. En ese brevísimo período de infatigable actividad, con clara visión del porvenir, ha dejado a las generaciones futuras una obra que hace válida su afirmación sobre los revolucionarios de todas las épocas:
“Hasta después de muertos somos útiles”
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