Aplicaciones para espiar y relaciones tóxicas

«Muchas personas engañan, su teléfono no»; así se promociona FlexiSpy, un software espía que permite a los clientes escuchar e intervenir llamadas de teléfonos ajenos al momento de realizarse. También accede a mensajes de texto, redes sociales y activa por control remoto la cámara o micrófono del celular vigilado para estar al tanto de lo que ocurre a su alrededor.

Este podría ser el paraíso (o la pesadilla) de quienes creen necesario saber cada paso de su pareja. Si bien para algunos suena a extremismo, dicha aplicación forma parte de las decenas de herramientas de stalker  –anglicismo que significa acosador–  con iguales prestaciones y facilidades de descarga en la web.

Los stalkerware se definen como sigilosos programas instalados en un equipo (Android, iPhone u ordenador) sin la autorización de su propietario, que hacen cambios en ciertas funciones y recopilan información personal.

Incluso, pueden entrar al dispositivo cuando visitamos sitios mediante cookies y compartimos cadenas vía WhatsApp con textos como «apps para celos», «mira con quiénes hablan tus contactos», entre otros mensajes del mismo estilo.

Por eso, se aconseja tener un detector de stalkerware. Los programas de seguridad como Kaspersky y Panda Free Antivirus identificarán y eliminarán estos software. Además, vale estar más atentos a los permisos de acceso a la galería, los contactos, la cámara…, que damos a aplicaciones poco conocidas.

Un cortafuegos también ayudaría, porque limita el tráfico de datos a programas no autorizados. Igual, si una app extraña envía información fuera, se registrará. Eso puede verificarse manualmente en Ajustes/ Redes de Internet/ Uso de datos.

Pero el principal negocio de estas plataformas radica en avivar la curiosidad y la tentación hacia lo que hace el otro. Algunas como mSpy prometen adquirir las contraseñas de tu pareja con keylogger, una herramienta que permite, grosso modo, captar todas las pulsaciones sobre el teclado o la pantalla. Otras, hasta se programan para alertarte si esa persona busca citas por ejemplo en Tinder.

FlexiSpy anima en su cuenta enTwitter a los cónyuges celosos a espiar

De esta forma, sacan provecho de las inseguridades de la gente con el cobro de tarifas por suscripción, la presentación de anuncios de supuestos premios y la petición o robo de la información de sus clientes. Se produce, entonces, un efecto bumerán mediante el cual estos programas terminan por espiar al espía.

¿Vigilancia sin frenos?

Con el fin de reducir el alcance de los stalkerware, desde este 11 de agosto Google prohíbe la publicidad de productos y servicios encaminados a rastrear personas sin su consentimiento. No obstante, la medida tiene limitaciones. Como apunta uno de los pocos artículos al respecto, realizado en la Universidad de Cornell, la mayoría de estos software se hacen pasar por herramientas antirrobo y de monitoreo a niños pero se reutilizan de forma ilegal para el control de la pareja.

A pesar de las serias demandas, esta ambigüedad dificulta la toma de medidas legales con los desarrolladores. Todo queda a la conciencia de las personas en un contexto nada alentador. En julio la compañía de ciberseguridad Avast, reportó un incremento al menos de un 50 por ciento en la cantidad de equipos afectados por estos software desde el inicio de la pandemia de la COVID-19.

Sin embargo, solo es la punta del iceberg, entre otros factores porque la mayoría no protege sus celulares y esta cifra se refiere a los usuarios de dicha compañía. Por otro lado, el fenómeno pocas veces es analizado desde esa arista, pero presenta una marcada relación con la violencia de género y el acoso doméstico.

Una de cada tres mujeres y uno de cada seis hombres han experimentado este tipo de situaciones en relaciones abusivas, según advierte Rahul Chatterjee, investigador de Ciencias Informáticas en Cornell. Se trata de millones de personas solo en Estados Unidos y de una violación directa a la privacidad de los individuos.

Además de eso, Google reaccionó debido a la frecuencia de búsquedas como «Espiar WhatsApp», «Vigilar a mi expareja» y la existencia de apps como la brasileña Rastreo de Novio o Like Patrol, que recogía toda la actividad en Instagram de la persona seleccionada, entre otras ya eliminadas de Google Play.

Parejas tóxicas más allá de un stalkerware

«Entonces me hizo una escenita de celos sin importancia. Y ya, como en un juego, agarró mi celular y le cambió la contraseña», cuenta Natalia de 18 años, una de las participantes en la investigación mexicana El amor y las nuevas tecnologías.

Entre los resultados del estudio aparecen varias maneras de control digital –tomar sin autorización el móvil ajeno, vigilar las publicaciones y comentarios en redes, exigir una respuesta inmediata, sobre todo si la otra parte está «en línea»– que en ocasiones los jóvenes no consideramos violencia ni violación de la privacidad.

De hecho, las reacciones y memes sobre la gente «tóxica», durante las horas del pasado 19 de junio cuando WhatsApp presentó problemas para mostrar el estado «en línea» o la hora de última conexión, muestran que muchos hasta sienten orgullo de pertenecer a quienes tienen estas prácticas corrosivas.

Para la psicóloga cubana Carolina Barber, quien ha estudiado la violencia de género, dicha actitud se sustenta en el mito –reforzado por la cultura hegemónica patriarcal– de que «la persona si no siente celos por su pareja realmente no la quiere», el cual toma nuevos matices en el ámbito de las TICs.

Aunque pudiera parecer que sí, demandar la ubicación GPS, las contraseñas o el cambio de estatus en Facebook a «en una relación» no significa más confianza dentro de la pareja. Menos aún cuando se cede para «evitar conflictos» y se usan estas acciones en chantajes que determinan la «reconciliación» o ruptura definitiva.

El llamado comportamiento tóxico en las relaciones humanas encubre una forma de inseguridad que puede lacerar a uno o ambos miembros de la pareja y su punto de no retorno deben ser la violencia física o psicológica, como apunta la especialista en comunicación interpersonal, Lillian Glass, en su libro Toxic People: 10 Ways Of Dealing With People Who Make Your Life Miserablepor

La privacidad es saludable para las relaciones

Algunas aplicaciones espías apuestan porque ambas partes se sigan la pista. Pero esa bidireccionalidad, para la psicóloga Carolina Barber, solo desdibuja la frontera del irrespeto a la privacidad. «Responde a otra noción mitificada del amor donde la pareja es una díada, cuyos espacios personales se unifican hasta llegarse a creer que la individualidad va en detrimento del vínculo», insiste.

Para romper esos estereotipos se necesitan modelos de relaciones interpersonales asentadas en el respeto junto a la autoestima individual y más educación en perspectiva de género que permita negociar los límites en la pareja.

Si bien los software espía y otros trucos de control cibernético se venden como vías para eliminar la incertidumbre, la avidez de vigilar al otro probablemente nunca se satisfaga. Aun si no se confirman las sospechas –de una traición digamos– tampoco vuelve la tranquilidad emocional a la relación.

En su lugar surgen nuevos reproches pues, como reconoce la psicóloga, «la sobre-información por lo general supera las herramientas [psico-emocionales] que poseemos para asimilarla; y lo que nos produce es ansiedad y temores».

Por ende, buscar culpables o aliados en las tecnologías  –aun cuando sus fines pueden someterse a debates éticos–  es una salida fácil que no cuestiona ni encuentra soluciones a los verdaderos problemas, ubicados en la base de las relaciones que construimos desde las experiencias de cada uno y la subjetividad.

http://www.almamater.cu/revista/aplicaciones-para-espiar-y-relaciones-toxicas

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