Por: MS.c Ángel Taboada Salmerón
Los cubanos recordamos a Ignacio Agramonte de cuyo natalicio se cumplen 181 años este 23 de diciembre. El alumbramiento tuvo lugar en la localidad de Puerto Príncipe, actual provincia de Camagüey en la casa marcada con el número 5 de la calle “La Soledad”.
“Aquel diamante con alma de beso” como lo definiera José Martí, fue sin lugar a dudas uno de los más aguerridos y valiosos de los hombres que se lanzaron a la manigua para dar comienzo a la Revolución independentista de 1868, y devino en símbolo de gallardía, patriotismo y valor.
Recordamos y veneramos hoy al organizador de la célebre caballería camagüeyana, al frente de la cual alcanzó grandes victorias contra las tropas colonialistas españolas, como la del rescate del brigadier Julio Sanguily. Sobre esta hazaña militar Fidel expresaría: “Ha pasado a la historia como una de las más extraordinarias acciones de armas; un hecho que levantó el ánimo en el campo cubano en momentos difíciles, que electrizó prácticamente a todo el mundo (…)
Pero,Ignacio Agramonte no solo fue un brillante estratega militar, sino también un hombre de inmaculados principios éticos de necesaria impronta para la nación en las actuales circunstancias en que todos los cubanos dignos estamos en el deber ineludible e inaplazable de tomar sus virtudes, sintetizadas en: lealtad, decencia, ejemplo de trabajo infatigable, de incorruptibilidad e inquebrantable fidelidad a la bandera y a la Patria.
Su verticalidad de principios se puso de manifiesto en la reunión del Paradero de Minas, el 26 de noviembre de 1868, cuando en viril intervención enfrentó a los que flaqueaban y querían deponer las armas. Sus palabras fueron decisivas para esclarecer la importancia de proseguir la lucha armada como único camino para hacer alcanzable la independencia.
“Acaben de una vez los cabildeos, las torpes dilaciones, las demandas que humillan: Cuba no tiene más camino que conquistar su redención arrancándosela a España por la fuerza de las armas”, sentenció.
Pero no solo fue en Paradero de Minas la única vez que el Mayor desarmó moralmente a los que no tenían vocación para el sacrificio por la Patria. En el transcurso de la guerra hubo quienes prefirieron capitular, entre ellos, muchos de los “amigos” de Ignacio en el Camagüey, opositores furibundos de la tea incendiaria, y fueron a verlo para convencerle de la inutilidad de sus esfuerzos, de la necesidad de “una capitulación honrosa para todos y conveniente para ti”.
Ignacio les saludó “frío y ceremonioso” al recibirlos. Los oyó a todos detenidamente. Uno de los “amigos”, al terminar su exposición, le dijo: “¿Qué elementos tienes para continuar la guerra? ¿Con qué vas a seguir esta lucha sangrienta, tú solo, careciendo de armas y municiones?”. “¡Con la vergüenza!”, replicó. Y montando en su corcel, seguido de su escolta, retornó a la manigua.
A 181 años del natalicio del Mayor, la Revolución Cubana carga contra los que pretenden eclipsarla, con la misma hidalguía y fe en la victoria. Preservar la soberanía conquistada y asegurarla hacia el futuro constituye premisa esencial sobre la base de la unidad del pueblo y su Partido.
El ejemplo de Ignacio Agramonte, emerge vigoroso y se ve multiplicado en millones de hijos de esta tierra mambisa, que con dignidad, intransigencia, patriotismo y firmeza, sigue batallando y defendiendo su existencia, “con la vergüenza de los cubanos”.
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