Por: Anabelle Millán Ramos (estudiante de Periodismo)
Leí del maestro Reinaldo Cedeño que la entrevista es el género más difícil de nuestra profesión. Con esa idea en mi mente, un poco nerviosa pero decidida a vivir la experiencia, asistí al encuentro realizado entre estudiantes y fundadores de la carrera de Ingeniería Mecánica en la Universidad de Oriente.
Luis Oscar Oliva Ruiz es profesor titular, Doctor en Ciencias Técnicas y graduado en el año 1965 en nuestra Casa de Altos Estudios oriental. Con él intercambié miradas cuando me acercaba al grupo de panelistas en busca de mi entrevistado. Confieso que ahora mismo no sé quién escogió a quién. Bastaron solo unos segundos y ya estábamos hablando como viejos amigos, como un padre le habla a una hija.
“Yo me jubilé pero entonces aquí me pidieron que me quedara trabajando por mi experiencia, por toda una serie de motivos. Querían que me mantuviera y aquí estoy. Tengo ya 57 años de experiencia en mi profesión.”, comentó Oliva Ruiz.
–Lo sentí emocionado hoy. ¿Por qué?
“Ay, mi vida, emociones son lo que más tiene un profesor en su vida. Siento emociones de muchas formas, desde el punto de vista del trabajo, de la vida. Mira, no hay satisfacción más grande para mí que ver el fruto de mi trabajo, ver a mis estudiantes graduados y hechos unos profesionales. Esa es una emoción que se repite en mi vida”.
-¿Cómo valora usted el desarrollo de la carrera de Ingeniería Mecánica en las actuales circunstancias?
“Cada generación ha tenido momentos difíciles, y ahora es uno de ellos. La carrera se ha reducido en años de estudio, hay materiales y herramientas que faltan y otras que ya están viejas pero eso hace que tengamos que esforzarnos y ser cada vez más innovadores y creativos, cada vez más ingenieros. Y sobre todo hay que estar claros de que la calidad de la enseñanza no puede perderse”.
-¿Cómo influyeron sus años de universidad en el profesional que es usted hoy?
“En primer lugar, me dio la formación que tengo. Yo tuve unos profesores magníficos, grandes profesores, incluso desde el bachiller y luego cuando llego aquí los profesores eran de excelencia. Yo estuve cuando se hizo este taller. Fue un sueño hacho realidad. Mi especialidad está relacionada con la energética y te puedo decir que todo lo que sé sobre eso lo he aprendido aquí en la universidad. La energía es contaminante del ambiente y es un desafío muy grande tratar de que durante el proceso de transformación de la energía que contiene el combustible en energía eléctrica, por ejemplo, el impacto ambiental sea mínimo. ¿Y dónde aprendí eso?, lo aprendí aquí. Toda mi vida he trabajado aquí en diferentes funciones, yo he sido hasta Decano por sustitución y hasta hace poco estuve al frente de la comisión que otorga el, grado científico de Doctor en Ciencias Técnicas a nivel nacional. La universidad es mi vida. Yo aquí soy un personaje y no solo aquí en otras partes de Cuba, no creas que no. Yo mantengo relaciones de colaboración con la Universidad de Moa, la de Camagüey, la de Holguín ¿Tú sabes lo que pasa? Yo estoy enamorado. Ya yo a mi edad me enamoro de las cosas que hago no de las cosas que veo. Me enamoro de todo lo que hago”.
-Dígame, ¿cuál es su mejor consejo para los ingenieros que hoy se forman en nuestras aulas?
“Lo que yo siempre les digo, tener un pensamiento causa-efecto, esa es una categoría dialéctica importante en la vida. Si a usted se le rompe algo no piense a la ligera en cambiarlo y ya. Hay que conocer qué pasó, por qué pasó y cómo pasó. Y para llegar a las causas hay que estudiar y estudiar mucho. Estudiar, para un ingeniero es una cuestión de ética. Ese es mi lema”.
Cuando se conversa con Luis Oscar, uno tiene la sensación de que lo conoce de toda la vida. Dejé de grabarle y fue cuando me miró a los ojos y me dijo: “ese consejo también es para ti”. Le agradecí. Ya no tenía miedo ni estaba nerviosa. “Me puedes ir a ver cuando tú quieras y hablamos. Mi oficina está al lado del Decanato de la Facultad de Ingeniería Mecánica”, me dijo casi al marcharme. Yo sonreí mientras sus frases se repetían en mi mente en busca de un buen titular. ¡Cuánta razón le doy, maestro Reinaldo!
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