Por: MS.c Ángel Taboada Salmerón
Eran alrededor de las tres de la tarde del lunes 7 de diciembre de 1896, cuando el Lugarteniente General del Ejército Libertador Antonio Maceo cayó en combate. “Esto va bien”, fueron sus últimas palabras antes de dejar un legado de amor a su Patria, que lo vio nacer por Santiago de Cuba, con fe inquebrantable en la independencia de su tierra esclavizada.
Hay figuras relevantes en la historia cubana e iberoamericana que con sus palabras supieron reconocer la grandeza del héroe, dedicándoles referencias en escritos, en sus diarios, artículos o en múltiples textos, que abordaron el protagonismo que desempeñó en el proceso emancipador. Hoy cuando se cumplen 125 años de su paso a la inmortalidad vale recordarlas para aquilatarlo en su justa dimensión.
Cabe decir que hasta sus adversarios tuvieron para su personalidad y sus dotes militares palabras de elogio. Quien fuera su antagonista en su patriótica y viril Protesta de Baraguá, y general de los ejércitos realistas, Arsenio Martínez Campos, no reparó en referirse a él con encomio y admiración, en carta dirigida nada menos que al rey de España:
Creí habérmelas con un mulato estúpido, con un rudo arriero; pero me lo encuentro transformado no solo en un verdadero general capaz de dirigir sus movimientos con tino y precisión, sino un atleta que, en momentos de hallarse moribundo en una camilla, es asaltado por mis tropas, y abandonando su lecho se apodera de un caballo, poniéndose fuera del alcance de los que lo perseguían…
Leonardo Griñán Peralta, en su libro Maceo. Análisis caracterológico, afirmaba que el patriotismo era su prenda más relevante: “(…) fue como el sol en derredor del cual girasen todos sus gustos e inclinaciones”
Mientras el malogrado poeta Julián del Casal, una de las más encumbradas figuras del modernismo en Latinoamérica, quien lo conociera en La Habana, escribía a un amigo en carta del 1ro de agosto de 1890:
Solo he encontrado en estos días a una sola persona que me ha sido simpática. ¿Quién se figura usted que sea? Maceo, que es un hombre de complexión robusta, inteligencia clarísima y voluntad de hierro.
El delegado del Partido Revolucionario Cubano, José Martí en carta dirigida a Maceo en 1892 le define así:
No conozco General Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que Ud.
–no comprendía yo que se tratase de hacer– como ahora trato y tratan tantos
otros –obra alguna seria en las cosas de Cuba, en que no figurase Ud. de la
especial y prominente manera a que le den derechos sus merecimientos…
Enrique Loynaz del Castillo, General de Brigada del Ejército Libertador, mambí con destacada participación en la Guerra del 95, amigo y auxiliar de José Martí, y edecán del mayor general Antonio Maceo, concibe el himno de combate y lo titula Himno a Maceo, pero este le pidió que le cambiara el nombre y le pusiera Himno Invasor. En él afirma: “De Martí la memoria dorada, nuestras vidas ofrenda al honor, y nos guía la fúlgida espada de Maceo, el caudillo Invasor”.
Su muerte a los 51 años resultó un duro golpe para los cubanos y para la causa independentista, definida por Gómez, en la carta de pésame a María Cabrales, esposa de Maceo:
…Con la desaparición de ese hombre extraordinario, pierde usted al dulce compañero de su vida, pierdo yo al más ilustre y al más bravo de mis amigos y pierde en fin el Ejército Libertador a la figura más excelsa de la Revolución.
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Es Antonio Maceo, nuestro Titán de Bronce, de esos “símbolos multitudinarios”, que han sido asumidos como estandarte de lucha por nuestro pueblo en todas las etapas de lucha por alcanzar y defender la independencia nacional. Con las armas o con el pensamiento, Maceo nos legó principios que debemos sostener siempre con la seguridad que LA PATRIA ANTE TODO.
Antonio Maceo la figura más excelsa de la Revolución, debemos exaltarla más en nuestros programas de estudio.