Hay hombres escogidos; que nacen, viven y mueren para símbolo de un siglo; poseen espíritus que ascienden hacia la cúspide de su destino a través del sacrificio, el dolor y la muerte.
Son muy pocos los predestinados, a veces tarda mucho tiempo en producirse el hecho insólito de hombres señalados para acometer obras de extraordinaria grandeza. Entre ellos, hay que recordar en primerísimo plano, la brevísima existencia de uno de los mártires genuinos de esta generación. Me refiero a Pepito Tey Saint-Blancard; su nombre sólo, es un llamado al patriotismo desinteresado, es el comienzo de la misma Revolución Cubana; es el ejemplo vivo de lo mucho que puede realizar un hombre digno y honesto en el paso vertiginoso y fugaz por este mundo.
Hablemos de él a grandes rasgos, pero en forma que se comprenda, cómo se forja un patriota, cómo crecen en su corazón los sentimientos, cómo se incuba un Mártir y cómo se da un beso a la Gloria.
Un día claro, al caer la tarde, venía al mundo una criatura! Allí, en Santa Lucía Alta No. 100, en un rincón de la legendaria ciudad de Santiago de Cuba, en una vieja casona de aspecto colonial, nacía una hermosa criatura que más tarde iba a dejar huellas imborrables en su tránsito glorioso. Un océano inmenso de amor y ternura bañaba a la madre como premio a sus terribles dolores. Los padres de este nuevo ser también habían sido escogidos por el Señor, para engendrar y servir de vehículos obedientes a un ser cuya vida al correr del tiempo iba a inmolarse en holocausto a la causa más noble y hermosa: La Libertad. Y de este modo, en aquellos instantes, había nacido un mártir, un joven que encarnaría el fin de una época y el comienzo de otra; el fin del sacrificio y los dolores da su pueblo y el comienzo y crecimiento incontenible de las virtudes ciudadanas en los hombres que como él, tuvimos la suerte de nacer en esta Isla de Corcho, que por mucho que tratamos de hundirla en un abismo de lodo, saldría airosa flotando con arrogancia majestuosa en la superficie del Mar Caribe y manteniendo su posición privilegiada de “Llave del Golfo de Méjico’ , no escatimando sacrificios para lograr colocarla a la cabeza en el desfile de la dignidad, de la vergüenza y de los derechos humanos e inalienables del hombre.
INFANCIA
Este patriota en ciernes, asiste al Kindergarten de una Escuela Pública en Santa Clara. Más tarde, sus padres se trasladan a Camagüey, como imperativo del padre, que a la sazón trabajaba en el Ferrocarril de Cuba. Aquí, en la ciudad agramontina, comienza su Primera Enseñanza, en el Colegio Champagnat, de los Hermanos Maristas y cursa hasta el cuarto grado. Otro, traslado de su progenitor, lo coloca en la ciudad de Santiago de Cuba y es entonces cuando cursa el quinto, y sexto grado en el Colegio de La Salle, de donde más tarde fue mentor. El séptimo y octavo grado los vence en la Escuela Superior No. 5, haciendo su ingreso, en la Escuela Normal para Maestros de Oriente, en el año 1949.
Al llegar a este centro secundario, se advierte un cambio sustancial en la vida de Pepito. Más de una vez, la madre comenta con el padre, que a pesar del carácter alegre del muchacho y de su corta edad, se observa una marcada preocupación en él por los problemas nacionales e internacionales, le preocupa toda la América Latina; lee incansablemente, se sumerge horas enteras en los estudios haciéndose cada vez más consciente, rasgos poco usuales, en esa etapa de la adolescencia, que más bien se caracteriza por un desajuste entre su interior y el medio que los rodea. En él, por el contrario, hay preocupación y crece y se agiganta su amor hacia la Patria; se le nota mortificado por los desacuerdos de los Gobernantes y caloriza la idea de que “a grandes males, grandes remedios”.
José Martí dijo: “Los hombres van en dos bandos; los que aman y fundan y los que odian y destruyen”. Y otro José, Pepito Tey, no podía formar filas en el grupo negativo.
Era un muchacho jovial, simpático, abierto a sus amigos, con una personalidad recientemente definida. Llega a las aulas de la Normal y su intranquilidad estudiantil le hace beber con avidez los conocimientos que allí se imparten. Pero hay más, atraído por la comunidad de ideales, anhelos y sentimientos, se fundan todas estas virtudes, que atesora Pepito, con las de otro grande también de la Patria: Frank País García y vemos como juntos se nutren dé la misma fuente, que como herencia innegable le legara aquel otro Mártir: Floro Pérez.
Parecía como si aquel Mártir estudiantil inmolado durante el Machadato los susurrara al oído alimentando con ello su inspiración, era el abrazo del martirologio que los unía. Y como imbuidos de aquel espíritu de justicia e ideales, van tomando forma definitiva, preciosa, aquellos dos héroes.
Como deportista defiende los colores de su Escuela, con coraje y valentía inigualable. Se distinguen en atletismo, en basket y volley-ball. Como dirigente es inconmensurable, excepcional, incansable luchador de la clase estudiantil, de palabra sencilla, pero fácil y elocuente. Convence rápido y actúa con un desinterés y una humildad que lo hacen acreedor de la confianza absoluta de sus compañeros. Es querido y respetado por todos. Siempre dispuesto a la acción y su rostro se ilumina cuando puede ir delante, a cumplir a consciencia una misión a él encomendada.
Así lo vemos defendiendo las causas, justas y nobles, omino de los ave se entrenan en cuerpo y alma, sin dobleces, sin sombras, tiene un gran concepto de la amistad y del compañerismo.
Ama el arte, especialmente la música, tenía un espíritu elevado y de una sensibilidad extraordinaria, vivaz, profunda. En sus ratos de ocio, se sumergía en la lectura y gustaba de leer preferentemente a José Martí por quien sentía una reverente admiración y una profunda devoción. Con frecuencia mencionaba trozos de obras de José Ingenieros: “Jóvenes son aquellos que no tienen complicidad con el pasado”.
Sentía amor entrañable por sus padres y adoraba a su hermano menor, William. En medio de sus preocupaciones, los mencionaba constantemente, aún estando lejos de ellos, dejando traslucir en sus expresiones el gran cariño que les profesaba.
Se produce el fatídico 10 de Marzo y un grito tácito dentro de su pecho, pugna por salir y ese mismo día escalaba la tribuna estudiantil de la Normal y se dirige a sus compañeros de todos los centros de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba. Aquel grito interior henchido de patriotismo consciente rompe las compuertas de su pecho y se desborda el torrente incontenible de justicia y de amor patrio y exhorta a sus compañeros, como estudiantes y como cubanos a defender la Constitución de la República que tan flagrantemente había sido violada y es en ese momento que el destino lo señalaba con el índice, él sería escogido como símbolo del 30 de Noviembre que despertaría la consciencia revolucionaria de su heroico pueblo. Fue él, el primero en levantar la Fe extraviada, y el propulsor sublime de la convicción muy firme, de que sólo con las armas podría derrocarse de una vez y para siempre la Tiranía ignominiosa.
Es ahora también, cuando Pepito Tey, se convierte repentinamente en hombre, sin haber salido aún de la adolescencia, salió de ella, como debía salir, como era su Ley y su destino; limpio de odios, limpio de debilidades, egoístas, enriquecidos de experiencia vital, fortalecidas en él dos fuerzas del alma, que mueven y dan impulso y abren sendas a la Patria: El Amor y la Fe.
Es fundador del Directorio Estudiantil Revolucionario de Santiago de Cuba, creado un mes después del golpe asestado a la Patria y donde se aglutinaba el estudiantado revolucionario de la ciudad, pictórica de ansias de libertad.
Es uno de los más activos organizadores de las manifestaciones estudiantiles en contra de la dictadura y demuestra un valor sin límite en las mismas. En una de estas manifestaciones públicas, cuando los esbirros y sicarios del régimen pretendían sofocar aquellos brotes de justificadas rebeldías, la emprendieron a palos y tiros contra uno de los manifestantes. Pepito forcejeaba cuerpo a cuerpo con varios policías y logró arrebatarles de entre sus garras al manifestante y así le salva de una tremenda golpiza. Esto lo cuenta emocionado García Lupiañez y nos agrega: “Esto nunca lo podré olvidar, pues el manifestante era yo”.
Es designado para representar a la Escuela Normal de Oriente, en varios congresos estudiantiles y siempre se coloca en el plano de ataque frontal a la dictadura y en defensa del estudiantado.
Es defensor ardoroso de que la única y positiva forma de sacar a la fiera de su guarida son las armas. Así lo hace saber en congresos estudiantiles celebrados en Santiago de Cuba, Guantánamo y La Habana.
Ya la Dictadura conoce de sus rebeldías y comienza a perseguirle, le encarcelan en varias ocasiones pero todo eso no es más que un acicate para seguir luchando y combatiendo. Había experimentado varias disciplinas, la del hogar, aunque endulzada por el amor, la noble disciplina del estudio, los horrores repugnantes de la prisión, en fin todas aquellas cosas que, o bien forman un carácter o lo disuelven en la abulia, según sea el carácter de generoso acero o de paja inflamable, pero todos estos factores se habían unido para moldear al señalado.
En uno de los tantos encarcelamientos que sufrió, se destaca la entereza de carácter que poseía. En una discusión sostenida entre él y el sanguinario capitán Agustín Lavastida, éste- último lo increpa preguntándole que: “Por qué se expresaba en contra del Gobierno de Batista” y ahí surge el Gigante de cuerpo entero. Pepito le responde violentamente: “Porque el señor Batista ha violado la carta magna de la Nación y nosotros, como estudiantes y como hombres de principios dignos y justos, no podemos permitir que se pisotee la Ley Primera de la República pues en ello va implícito el deshonor del estudiantado cubano y del pueblo en general”. El esbirro bajó la cabeza, vencido por un argumento de tal fuerza, la rectilínea actitud lo ha silenciado y aprieta los labios mordiendo su desvergüenza ante aquel ejemplo tan vivido de valentía y dignidad. De este hecho puede dar fe el estudiante Félix Pena, que fuera testigo presencial y que hoy, para orgullo de Cuba, es Comandante del glorioso Ejército Rebelde.
En medio de estado de preocupación y violencia y con grandes sacrificios (trabajaba como obrero del Ferrocarril para ayudar a sufragar los gastos de sus estudios), se gradúa de Maestro Normalista en Junio de 1953.
El Magisterio lo convirtió en un sacerdocio, estaba enamorado de su profesión y desde su púlpito educador supo amar a la niñez cubana y en ella ayudar a forjar y fundar una nueva generación, con verdadero sentido de la Patria y de los postulados que deben servirle de base. Trabajada y estudiaba incansablemente, y su cátedra magisterial quería fundamentarla en aquella sentencia irrebatible de Don José de la Luz y Caballero: “Enseñar puede cualquiera. Educar, solo el que sea un evangelio vivo”.
Se produce el 26 de Julio de 1953, el heroico ataque al Cuartel Moneada de Santiago de Cuba, Pepito es desconocedor como la inmensa mayoría de los revolucionarios orientales de los preparativos de esta acción bélica. Pero ya, a las ocho de la mañana de ese mismo día, cuando aún sonaban los tiros y las granadas del combate, sale junto con su hermano de luchas, Frank y va de un lado a otro de la ciudad, tratando de averiguar lo que está sucediendo, ya a las 12 del día se despeja la incógnita, se sabe que fue un grupo de valientes e idealistas los que han realizado la hazaña. A las 2 de la tarde en una reunión urgente de los dirigentes de Segunda Enseñanza, Pepito dice: “Compañeros, ahora con más ahínco que nunca debemos seguir la lucha contra la Dictadura, lo de hoy no ha sido un fracaso; ha sido un triunfo enorme. La pelea ha comenzado con esta acción heroica y debemos secundarla”.
El chacal Chaviano da órdenes de hacer una redada y los esbirros se lanzan a las calles en busca de los hombres que con más vehemencia han atacado al régimen y como es natural guían sus pasos a Habana No. 404, no encuentran a Pepito, pero hacen prisioneros a su padre el Sr. José Tey Lambert y a su hermano William, quienes presenciaron llenos de espanto los crímenes que se cometían con los allá detenidos, salvándose milagrosamente de esa masacre.
EN LA UNIVERSIDAD
En el mes de septiembre de 1953, hace su ingreso Pepito en la Universidad de Oriente, como alumno de la Facultad de Pedagogía, muy pronto es exaltado a la Presidencia de la Federación de Estudiantes Universitaria de Oriente, el máximo organismo del estudiantado oriental, y así sus compañeros premian sus desvelos y sacrificios y este valioso representante de una generación, digna y llena de ideales sigue su escala ascendente en la lucha contra el Batistato; ahora conspira, se mueve continuamente en organizaciones, hace contactos, realiza entrevistas, aúna criterios; hace acopios de esfuerzos y continuamente se eleva inseparable de su compañero Frank País, llamando a las juventudes todas al fervor patriótico y al sacrificio por la Patria.(…)
(…) Como es posible, atender tantas cosas aun tiempo y salir airoso, es cosa que solo pueden explicar los escogidos y él era de esos pocos que nacen de generación en generación (…)
(…)Se da a la dura tarea de organizar con Frank, con Lester Rodríguez y con otros compañeros de lucha, el Movimiento 26 de Julio, ahora su labor es mas intensa. El se brinda voluntariamente para tomar parte activa en la lucha, no puede ni quiere quedarse atrás, necesita alimentarse con la acción; se le hace cargo de la Jefatura de Acción de las provincias de Oriente y Camagüey.
Toma participación en el asalto a la jefatura de Policía de El Caney en el año 1955, es ahora un de los dirigentes más destacados del Movimiento. Se multiplica en su labor revolucionaria. Entrena hombres en el uso de las armas, haciéndolo en muchas ocasiones, en su propia casa. No hay tiempo que perder, se avecina la batalla y trabaja a prisa, con ardor entrañable.
Es uno de los organizadores del alzamiento armado del 30 de Noviembre de 1956.
30 DE NOVIEMBRE
Me relata uno de los muchacho que formaban parte de su brigada, que una semana antes de la Acción, los reunió y les dijo: “Muchachos, el levantamiento en Santiago de Cuba ha de producirse muy pronto, no pregunten fecha, pues no puedo darla. En estos días nadie debe salir de la ciudad y si así lo hicieran, en caso que no quedase más remedio deben notificármelo y decirme el lugar a donde van. La acción que nos toca a nosotros es probablemente la más peligrosa y la más dura; para esa misión se pidió una brigada voluntaria y yo me brindé; espero que lo hagan bien. Tengo plena confianza en ustedes; yo no engaño a nadie. No piensen que tenemos armas automáticas ni mucho menos. El equipo bélico no es una maravilla, pero les garantizo que todos irán armados”.
La víspera del 30, nos citó para una reunión urgente, (continúa diciendo el excombatiente García Lupiañez) y asentía Cesar Perdomo y Tato Rodríguez Madariaga. Eran las 8 de la noche, fuimos llagando a su casa uno a uno para no despertar sospechas; cuando entramos vimos sobre la mesa y en el suelo una serie de armas de distintos calibres. Aquello era la evidencia de que desde allí tendríamos que salir hacia un combate. La tensión aumentaba por momento; los nervios tratábamos de esconderlos, conversábamos de todos menos de lo que en realidad nos esperaba. Cuando éramos 16, Pepito nos escrutó con la mirada uno a uno y dijo: “Compañeros, se habrán dado cuenta de que éste (y señaló para las armas) pronto va a reventar”. Nos hizo pasar a todos para una habitación del centro de la casa y tirándose en el suelo con mucho descuido, muy sereno estaba Pepito (en esa noche más que nunca), abrió una cartulina y en ella estaba dibujado el objetivo; Y dijo: “Esta es la Jefatura de la Policía Nacional”, explicó el plan y subrayó: Mañana a las 7 de la mañana comenzará al ataque y nos va a secundar la brigada de Otto Parellada”. Se inclinó un poco y volvió a mirar a su alrededor, llamando a parte a Tony Alomá, “Tony, si quieres puedes irte, pues tu señora está en estado de gestación y eres el único de los que están aquí que tiene esa situación”. Tony rechazo el ofrecimiento, eran muy valiente para dejar de asistir a aquella cita de honor. Cesar Perdomo y García Lupiañez trataron también de convencer a Tony, pero no fue posible. El era también de los escogidos para representar una de las tres medallas de oro puro que les correspondía a Santiago de Cuba ese día.
En la casa marcada con el número 404 de la Calle Habana, salieron en camiones dispuestos al efecto, aquel pequeño grupo de soldados de la Patria. Llegaron al objetivo señalado, comenzó la pelea. Allí estaba la brigada Otto Parellada, se recrudeció el combate y quedaron inmolados para siempre tres valientes: Pepito, Tony y Otto, defendiendo la Libertad de su pueblo. En ese instante perdía la Revolución uno de sus mejores hombres; valiente, sincero, idealista; Cuba está de luto.
Pepito Tey no pudo vivir para ver el desembarco del Granma. Materialmente no pudo comprobar que con esa acción había comenzado la guerra., pero en espíritu supo que su muerte no iba a ser en vano. (…)
Nota: El texto de este artículo ha sido preparado por Eva Fernández Leyva con el material ofrecido por la familia de José Tey.
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