Por: M.Sc Angel Taboada Salmerón
El 31 de diciembre de 1953, en una carta desde el presidio de Isla de Pinos, el joven abogado Fidel Castro evocaba los instantes de mayor emotividad, vividos por él, en el año en que redimió al Apóstol, junto a un grupo de lo mejor de la juventud cubana.
Para mí el momento más feliz de 1953, de toda mi vida, fue aquel en que volaba hacia el combate, como fue el más duro cuando tuve que afrontar la tremenda adversidad de la derrota con la secuela de infamia, calumnia, ingratitud, incomprensión…
En lo básicamente militar, el primer paso táctico del proyecto revolucionario del líder de la Generación del Centenario tuvo su comienzo en la madrugada del 26 de julio de 1953, con un centenar y medio de fusiles y escopetas, mayoritariamente de pequeño calibre y algunas armas cortas. El saldo tuvo rostro de revés: todas las armas perdidas, y las tres cuartas partes de sus combatientes fueron bajas, entre muertos y prisioneros.
El infausto resultado corroboró la máxima martiana de que “una idea justa desde el fondo de una cueva puede más que un ejército”, si tenemos en cuenta, además, los 22 meses de prisión que sufrió la máxima dirigencia del movimiento. La capacidad de reacción ante la aciaga circunstancia de hombres con lealtad a sus ideales, pudieron transformar el revés en victoria; cinco años, cinco meses y cinco días después del Asalto al Moncada llegó el primero de enero de 1959.
Como olvidar que, transcurridos tres años de la hombradía del Moncada, el Movimiento Revolucionario 26 de Julio desembarcó en el Granma el 2 de diciembre de 1956, pero con más de 100 fusiles con categoría de armas de guerra; pero también al tener su bautizo de fuego en Alegría de Pío, el 5 del propio mes, quedó limitado a menos de 20.
El 17 de enero de 1957, el MR-26-7 tuvo lugar un combate en la desembocadura del río La Plata. El pequeño puesto militar de La Plata fue tomado por la guerrilla tras un ataque de unos cuarenta minutos, en que el 50 % de los defensores resultó muerto o herido.
El régimen se vio obligado a reconocer que Fidel Castro mantenía indeclinable la decisión que lo llevó al Moncada, al comandar un grupo de hombres dispuestos a combatir. Era el bélico desmentír a la propaganda gubernamental que sostenía que había sido aniquilado, junto a sus compañeros, en Alegría de Pío. La acción demostró la presencia del núcleo fundacional del Ejército Rebelde en las indómitas montañas orientales
Sesenta y cinco meses después de haber perdido aquellas 160 modestas armas de su primer combate, el Movimiento –ya transformado en Movimiento Revolucionario 26 de Julio con su Ejército Rebelde– ganaba la guerra.
Sería el 1ro. de enero de 1959: ese día culminaría la fase insurreccional de la Revolución con el derrocamiento de la tiranía y la toma del poder.
En 1976, durante la conmemoración de la efemérides del 26 de julio, Fidel definió de forma magistral la importancia de aquella acción armada:
El Moncada nos enseñó a convertir los reveses en victorias. No fue la única amarga prueba de la adversidad, pero ya nada pudo contener la lucha victoriosa de nuestro pueblo. Trincheras de ideas, fueron más poderosas que trincheras de piedras. Nos mostró el valor de una doctrina, la fuerza de las ideas, nos dejó la lección permanente de la perseverancia y el tesón en los propósitos justos.
68 años después, los ideales que gestaron aquel suceso, continúan presentes en cada acción diaria donde se modela nuestra nacionalidad. El programa del Moncada sigue siendo la base fundamental de un proceso que toma como esencia los valores más auténticos del ser humano y los funde con la Rebeldía, genuina premisa de un pueblo en Revolución
La libertad y soberanía plenas alcanzadas tuvieron y tienen aun su precio. Más de 60 años de embestida imperialista han puesto a prueba nuestra capacidad de resistencia, y nuestra lealtad meridiana a Fidel y a todos los caídos, como expresara el General de Ejército Raúl Castro, “el miedo a las dificultades y los peligros no tiene cabida en nuestro pueblo, que no bajará la guardia frente a sus enemigos”. Esa es la principal garantía de que nuestras plazas y, si es necesario, también en nuestras trincheras, se escuchará por siempre en esta tierra:
¡Viva la Revolución!
¡Viva Fidel!
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A 68 años de aquella histórica gesta histórica, el pueblo de Céspedes, de Agramonte, de Maceo, de Martí, de Mella, de Fidel, tiene el derecho de seguir luchando por sus aspiraciones independentistas, que es reafirmar su libertad y autodeterminación, por el camino escogido, enfrentando obstáculos, con el antimperialismo como bandera. Aquellos pocos jóvenes del Moncada ahora son millones y, aunque los tiempos han cambiado, seguimos siendo rebeldes de Patria o Muerte.