Cuando un pueblo es capaz de defender sus principios y su Patria, no hay enemigo que se interponga. Y en este pensamiento podemos incluirnos los cubanos.
Más de un año de lucha armada en la Sierra Maestra se tradujo en el añorado triunfo revolucionario. El período de gobierno de la tiranía Batistiana sembró el odio y la indignación del pueblo cubano, hacia el régimen en el poder y hacia el imperialismo yanqui.
Luego del triunfo revolucionario se experimentó en el país un cambio radical que redundó en beneficio social y económico para los más desposeídos. Medidas tomadas por el Gobierno Revolucionario mejoraron de manera exponencial la calidad de vida de la gente.
Por otro lado, la rabia imperial se materializaba en trabas al comercio, amenazas que tuvieron su punto más fuerte en la invasión por Playa Girón. El 15 de abril se llevaron a cabo bombardeos a los aeropuertos de San Antonio de los Baños, Ciudad Libertad y de Santiago de Cuba. Al otro día Fidel, en un acto multitudinario por el sepelio de las 7 víctimas de este ruin ataque y en vísperas de la invasión mercenaria perpetrada por Playa Girón, declaró el carácter socialista de la Revolución. Este fue un momento trascendental porque marcó el inició de un proceso que daba sus primeros pasos.
“…porque lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba…”, expresó en la memorable ocasión nuestro eterno Comandante.
Sobrevino luego un enfrentamiento visceral de Estados Unidos contra Cuba. Sanciones, expulsiones de la OEA y sabotajes. No escatimaron esfuerzos los yanquis para derrocar a la Revolución Cubana, pero Cuba resistió y resiste. Fidel no se equivocó cuando eligió para nosotros el camino del socialismo, en las propias narices del imperio. Fue una acertada declaración de principios.
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