Reflexionemos…

La COVID-19 pone a prueba todos los sectores de la sociedad, principalmente el de la salud. Una gran cantidad de centros de aislamiento, hospitales de campaña, ensayos clínicos para validar una o varias vacunas, son noticia todos los días.

Fallecidos, recuperados, constituyen ese golpe que, desde el 11 de marzo del 2020, nos ha dañado sobremanera. Pero más allá de las cifras, valdría la pena reflexionar: ¿hemos crecido pese a la pandemia como seres humanos?¿Somos más solidarios los unos con los otros?¿Podemos mirar con orgullo lo que hemos logrado durante casi un año de inevitables sinsabores?

Hay quienes consideren poco útil hacerse esas interrogantes. Sin embargo, en ocasiones debemos ser capaces de obtener de las dificultades, las mejores experiencias y de los dolores, el remedio más eficaz.

No pocos tienen miedo de contagiarse con la COVID-19; otros han estado con la incertidumbre de ser o no positivos. Y los que afortunadamente no han tenido síntomas deben sentirse dichosos, y más que dichosos, responsables, de su vida y la de los demás.

Este virus mata y no entiende de edades ni súplicas. Debemos protegernos siempre con la premisa de proteger a otros. En los momentos de crisis es donde aflora la verdadera esencia humana.

Por eso, reflexionemos. Hay que ser sensibles con el problema ajeno, ayudar mientras se pueda; porque mañana quizás necesitemos esa mano salvadora.

La vida no es un carnaval, es algo muy preciado que debemos apreciar y cuidar. Busquemos, por el momento, maneras de disfrutar sanamente sin exponernos al contagio. Entendamos que ser feliz es tener salud, no es ostentar bienes. Reflexionemos.

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