Una decisión que salva vidas

Son jóvenes en su mayoría; son hijos, hermanos, sobrinos, primos y algunos, hasta padres; aún así están allí, donde son más útiles en estos momentos.

Desde que, el domingo 17 de enero, se habilitó la residencia  estudiantil de la Sede Julio Antonio Mella, perteneciente a la Universidad de Oriente de Santiago de Cuba, como “Centro de Aislamiento de Alto Riesgo”, para ingresar los contactos sospechosos de alto riesgo,  el personal  que allí se encarga de gestionar todo el proceso de prevención  a la COVID-19, no ha tenido días de descanso.

20 enfermeras, 8 médicos y un equipo de apoyo de más de 30 voluntarios compuesto por estudiantes y trabajadores de la Universidad, así como una pequeña representación del Instituto  Superior de Relaciones Internacionales (ISRI), velan día y noche por la salud de más de un centenar de pacientes sospechosos.

“Los voluntarios respondieron al llamado,  se trata de profesores y, en su mayoría, estudiantes. Incluso hay quienes repiten, porque ya habían participado en otro momento, en el centro de aislamiento de la sede Antonio Maceo”, explicó en una conversación telefónica Enrique Estrada Pato, secretario general del comité UJC de la Universidad de Oriente, quien se encuentra trabajando arduamente en el Centro de Aislamiento de Alto Riesgo.

A pesar de la gran variedad y cantidad de disímiles  tareas que realizaba en ese momento, pudo compartirnos detalles de cómo es la vida desde el interior de un “Centro de Aislamiento”.

 Supimos  que,  en la madrugada del lunes 18 de enero recibieron los primeros  pacientes procedentes de varios municipios.  Su día a día transcurre entre controles, charlas educativas, monitoreo  de signos vitales e higienización  diaria;  cumpliendo siempre con su misión  de ofrecerle  a los pacientes  la mejor relación seguridad-confort,  durante los  días que deban estar ingresados.

Varias son la motivaciones que tuvo nuestro entrevistado, para dar el paso a la primera línea de batalla: “Desde el año pasado, cuando habilitaron el centro de aislamiento en la sede Antonio Maceo, yo quería ser parte de estos momentos y ser útil. No pude en esa ocasión, pero ahora sí. Algunos piensan que se hace por ganar reconocimiento, pero lo primero para lo que uno asume esta misión es para ser útil, contribuir a un bien común”

 Tomé la decisión porque quien mejor que el que es joven y tiene salud, preparación adquirida por la práctica, para poder asumir una tarea como esta. Esto es lo menos que uno puede hacer como revolucionario, como persona de bien. Tratar de estar en una posición que ayude a contribuir a frenar el avance de esta enfermedad, que presupone un peligro para todos. Es una causa común que tiene el mundo en estos momentos; mas allá de ideologías, raza o cualquier diferencia. Saberse útil, contribuir a salir adelante, esto es lo que me motiva, al igual que a la gran mayoría de los que estamos aquí”.

Enrique Estrada se desempeña como segundo administrador en la zona roja, su responsabilidad la asume con total abnegación y sentido de pertenencia. Al preguntarle como reaccionó su familia ante la decisión contestó: – “Mi familia sabía que yo tenía la idea de dar el paso al frente si la situación se complejizaba. Fue una decisión personal, pero la familia siempre se preocupa y te dicen, porque te quieren bien, que te cuides. Pero te motivan y se sienten orgullosos”.

La cantidad de habitaciones y camas que tiene la residencia garantiza las distancias necesarias, que evitan la propagación del coronavirus.

“Desde que se abrió el emergente centro, se han ido incorporando varios voluntarios, ya somos más de 30 y sentimos orgullo por la reacción positiva de los que han dado el paso al frente. El trabajo lleva un esfuerzo físico importante, nos levantamos muy temprano para preparar el desayuno en el pantry y luego trasladarlo a cada piso y entregárselo a los pacientes. Después, limpiamos al detalle todas las áreas, con mucho rigor… Hay momentos claves y todo el mundo tiene que estar en disposición.

Yo quiero resaltar que trabajamos en equipo y que, al final del día, tenemos un momento para nosotros, que es muy reconfortante”.

Todos los profesionales que allí laboran se aseguran de cumplir el protocolo de bioseguridad para evitar contagios.

Al preguntarle por el cansancio respondió como todo un héroe: “ Uno siempre se agota, y más cuando trabajas intensamente para que todo salga bien, que no se cometa ningún error. Hay veces que un paciente se siente mal en la noche y sin dudar tenemos que ayudarle. Como te decía tenemos un momento muy agradable cuando nos sentamos todos los voluntarios a comer, y compartimos las experiencias del día. La verdad es que la tensión no puede hacer desaparecer la sonrisa del rostro. Es una buena experiencia, más allá de los riesgos que tiene aparejado. Se aprende mucho y se ve una dimensión muy humana de lo que es la atención médica,  el servicio por los que lo necesitan. Nos forma como mejores personas…”

Los voluntarios cuentan con los medios de protección, desinfectante, vestuario, quit sanitario y medicamentos para su trabajo. Trabajo que desempeñan haciendo gala de entrega, altruismo, valor… muestra de una juventud revolucionaria a la altura de su tiempo.

“Realizamos un trabajo de 14 días, al final se nos realizará una prueba para determinar si somos positivos o negativos, y de ser negativos vamos para ingreso domiciliario 14 días también, es decir para nuestras casas”.

Son momentos difíciles, la batalla por la vida demanda la participación de más valientes que tomen una decisión como la de Enrique y sus compañeros; una decisión que salva vidas.

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