Por: Dr.C. Giovanni L. Villalón García
Cada 15 de enero celebramos, el Día de la Ciencia Cubana y queremos rendir homenaje con este trabajo a tan memorable fecha, que constituye un modesto esfuerzo por esclarecer la génesis de tal acontecimiento.
Se ha publicado en muchas ocasiones que en el acto por el XX Aniversario de la fundación de la Sociedad Espeleológica de Cuba, celebrado el 15 de enero de 1960, Fidel Castro esbozó la proyección de la política científica nacional y avizoró que el país contaría, en el futuro, con una pléyade brillante de hombres de pensamiento, de investigadores y científicos.
En dicha celebración, Fidel habló en la antigua Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, que existió durante más de cien años y, en la actualidad, es sede del Museo y Centro de Estudios de Historia y Organización de la Ciencia.
Esa fecha es tomada como referente para celebrar el Día de la Ciencia Cubana. Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, desde que se celebró el primer acto por tan importante fecha, se suceden errores de interpretación tanto, al explicar los orígenes de esta celebración, como en la conceptualización de la misma, los cuales limitan su comprensión cabal.
El primer problema está asociado a la denominación de la fecha. Se leen enunciados errados como Día del Trabajador de la Ciencia, Día del científico, Día de la cultura científica, Día del sector de la ciencia, etc, cuando lo correcto es: Día de la Ciencia Cubana.
En segundo lugar, al explicar las razones por las que se asume esta fecha para la celebración, abundan autores que ubican el origen de este día enmarcado en el surgimiento del Sindicato de los Trabajadores de las Ciencias o de la Academia de Ciencias de Cuba, e incluso, lo asocian con el momento en que Fidel discursó en la Sociedad Espeleológica de Cuba en 1960; pero sin determinar la trascendencia del discurso en sí mismo, que fue lo que motivó la selección.
Estas incongruencias se constituyen en las razones que dan lugar a este trabajo, que trata de esclarecer algunas cuestiones que deben formar parte del conocimiento que los educadores de ciencias trasmiten desde las aulas, y que la sociedad, en general, posee sobre este acontecimiento de nuestra historia, de manera que su celebración no sea un mero hecho formal, sino una página fundamental de la cultura cubana.
El discurso pronunciado por el comandante Fidel Castro Ruz, Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, en el acto celebrado por el XX aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960, fue, sin lugar a dudas, visionario; pero hubo una frase que trasciende hasta hoy como vaticinio lapidario, que marcó para siempre el nuevo rumbo del quehacer científico en la nación. Esta fue: «El futuro de nuestra patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia, tiene que ser un futuro de hombres de pensamiento…» (Castro, 1960)
Más adelante explicaba: «…porque precisamente es lo que más estamos sembrando; lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia; ya que una parte considerabilísima de nuestro pueblo no tenía acceso a la cultura, ni a la ciencia, una parte mayoritaria de nuestro pueblo. Era una riqueza de la cual no podía nada esperarse porque no tenían la oportunidad.» (Castro, 1960)
Como puede observarse, en los planteamientos que siguieron a la frase de referencia, Fidel confirma sus ideas sobre la unidad entre educación, ciencia y cultura, y que la ciencia es patrimonio de toda la sociedad, no de una élite, ni de un grupo selecto, pues asume que el pueblo, en general puede desarrollarse en la ciencia y desarrollarla.
Fue este un discurso político – cultural muy amplio, donde abordó muchos elementos que forman parte de las proyecciones integrales de la Revolución, como movimiento de cambios radicales. Porque cambiaría la base económica y también la superestructura. Sus propias palabras finales lo expresan con la mayor elocuencia, cuando afirmó que en realidad este acto, por la historia de la Sociedad Espeleológica, era como una gran lección.
Precisó el valor de los estudios geográficos y, con ello, el conocimiento de la naturaleza y el desarrollo de los cayos que, sin lugar a dudas, poseen playas fantásticas que sobrepasan la imaginación de cualquiera, concibiéndose como centros de riqueza para la Patria.
En su discurso, elogió el trabajo de Núñez Jiménez y sus compañeros de la sociedad, pues consideraba que «…no fue solo un trabajo científico, fue también un trabajo humano, y fue, sobre todo, un trabajo revolucionario» (Castro, 1960), lo cual vinculó con las luchas revolucionarias y el simbolismo de las montañas como escenario propicio para la guerra de guerrillas y para el conocimiento del país y de los campesinos que vivían al margen de las oportunidades sociales.
En resumen, la referencia histórica, tomada para las celebraciones del Día de la Ciencia, es de un gran valor político, además de económico, cultural y social, amparadas en el pensamiento y proyecciones del Líder de la Revolución, Fidel Castro.
Martha Cabrisas Alfonso, entonces miembro de la Dirección Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), recuerda que este antecedente histórico fue escogido por la Dra. Rosa Elena Simeón Negrín, a la sazón, Presidenta de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC), para proponer a la máxima dirección del Partido la aprobación del 15 de enero como Día de la Ciencia en Cuba. No quiso, como rememora Cabrisas, proponer un nombre, porque en ese caso, seguramente, hubiera escogido el de Carlos J. Finlay; pero, por su quehacer investigativo, es una figura representativa del Día de la Medicina Cubana y Latinoamericana. Por eso, en sus búsquedas logró detenerse en el referido discurso de Fidel.
Es que, esa decisión también confirma el valor del discurso escogido para el establecimiento de la política científica nacional, y, con ello, le rinde tributo a un momento de reflexión muy importante para el desarrollo de la ciencia en Cuba, a su vez, rinde honores a Fidel Castro, quien como protagonista de los cambios generados por la Revolución, dibuja el desarrollo del pensamiento científico cubano y de todo el potencial que emanaba de una revolución que abarcaba todos los órdenes, siempre considerando su esencia popular y democrática.
Es importante que nos detengamos en un elemento, que hace de esta celebración, un acontecimiento muy peculiar.
Resulta que todos los sectores de la producción y los servicios han logrado el establecimiento de sus días, con lo cual los trabajadores de cada sector encuentran una motivación para las celebraciones, la alegría y la reflexión constructiva.
Sin embargo, cuando se trata del Día de la Ciencia Cubana, quedó claro en su formulación que no se trataba de un sector, sino de una fecha nacional, que involucraba a todos aquellos hombres y mujeres que, desde sus puestos de trabajo, cualquiera que fuere este, se proyectaban hacia el desarrollo de la ciencia, desde los investigadores pertenecientes a centros científicos como las Universidades, hasta los que desde una fábrica, un modesto puesto de trabajo o estudio practicaban la investigación en la búsqueda de perfeccionar su labor, como un campesino, un maestro o un alumno de una escuela, o una ama de casa en sus quehaceres domésticos, generaban nuevos conocimientos o aplicaban ciencia o aportaban experiencias que luego tendrían una fundamentación científica, con el apoyo de un especialista.
Por tanto, el Día de la Ciencia no es para un sector en específico, sino para todos los que generan, aplican o promueven la ciencia, la tecnología, la innovación y los nuevos conocimientos. Fueron estas las bases del Sindicato de los Trabajadores de las Ciencias que fue creado dos años más tarde, o sea, en 1992, sustentado en la integración.
Los enfoques de la ciencia, que se establecen en Cuba con la Revolución, contradicen la tradición, en el sentido de que la ciencia es solo para algunos «elegidos», y que estos tienen un actuar peculiar, digamos son solitarios, casi enajenados de su realidad, absortos en sus investigaciones, que son capaces de vivir encerrados en laboratorios durante varios días, a lo que se suma un perfil masculino, con descuido de apariencia y que miran por encima de los espejuelos. Esa apariencia tradicional fue cediendo con el paso de la Revolución y la socialización del conocimiento científico.
Por eso, hay que ver esta celebración con la sencillez que emana de las palabras de la Dra. Concepción Campa Huergo, quien en un intercambio sobre la ciencia y su alcance expresó primero: «Yo percibo de las personas que no trabajan en la ciencia una consideración o respeto especial a la palabra científico. Para mí, este es un trabajo como otro cualquiera. Y si fuéramos a darle a la palabra ciencia, su valor, diría que lo es todo.» (Resik, 1992)
Científico no puede ser cualquiera, ni todos podemos alcanzar a realizar las tareas que emanan de serlo, sin embargo, todos en la sociedad pueden realizar tareas científicas o aplicar los conocimientos por ellas generadas. Y desde estas ideas, además del enfoque social de la ciencia en Cuba, es que se promueven a los investigadores en los centros especialmente diseñados para hacer ciencia al más alto nivel, paralelamente a movimientos de trabajadores, jóvenes y hasta estudiantes que puedan incursionar en la ciencia o la innovación tecnológica.
En tal sentido, la primera celebración del Día de la Ciencia Cubana, realizada el 15 de enero de 1990 en el Palacio de Convenciones, fue organizada por la Academia de Ciencias de Cuba, en coordinación con el Consejo de Estado. Se contó con una representación reducida de científicos y directivos que estaban muy vinculados a la actividad investigativa, así como los cuadros que atendían la ciencia desde el trabajo de las organizaciones políticas y de masas.
El acto fue presidido por la Dra. Rosa Elena Simeón, donde fue develada una placa en el sitio donde Fidel Castro pronunciara el programático discurso en la Sociedad Espeleológica de Cuba. La tarja fue obra del escultor José de Larra y tuvo la intención de reconocer y perpetuar la primera vez que Fidel se dirigía directamente a los científicos cubanos, y con ello delineara la política científica nacional. Este edificio fue la sede del primer Museo de Historia de la Ciencia y, en el mismo, se recuerda que Carlos J. Finlay presentó el trabajo referido al descubrimiento del agente trasmisor de la fiebre amarilla en 1881.
El 15 de enero de 1992, dos años después, en el acto por el Día de la Ciencia, se hizo la convocatoria para la realización del Congreso Constituyente del Sindicato de los Trabajadores de las Ciencias, el cual se crearía breve tiempo después. Se presentó a la compañera Martha Cabrisas Alfonso, miembro de la dirección nacional de la Central de Trabajadores de Cuba, como la Presidenta de la Comisión organizadora del congreso sindical y a los compañeros que la acompañaban en estas tareas organizativas del movimiento obrero. En el acto, Fidel Castro hizo entrega de reconocimientos a diez investigadores con el Título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, a otros colectivos con la «Orden Lázaro Peña de Primer, Segundo y Tercer Grado», así como la «Orden Carlos J. Finlay.»
Los investigadores aprobados como Héroes del Trabajo de la República de Cuba son figuras de las ciencias con una amplia trayectoria de entrega a la labor científica, y con resultados relevantes.
A pesar de que el Día de la Ciencia fuera instituido en enero de 1990, consideramos que el momento más importante, en el logro de la sistematización de las celebraciones del Día de la Ciencia en Cuba, fue la realización del Congreso Constituyente del Sindicato de los Trabajadores de la Ciencia Cubana. Este surgió como expresión de la madurez del desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación en el país, y se despliega a través de las acciones de la Academia de Ciencias, la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores, las Brigadas Técnicas Juveniles y el Forum de Ciencia y Técnica. A estas entidades y movimientos, se unió, después, el Ministerio de Ciencia Tecnología y Medioambiente.
El Congreso Constituyente de los Trabajadores de las Ciencias se realizó entre el 26 y el 28 de marzo de 1992. Fue un encuentro sui géneris por el valor de los acuerdos tomados y por el carácter integrador de sus pronunciamientos. Participaron investigadores, directivos sindicales y la máxima dirección del Partido, Gobierno y la CTC, todos encabezados por el Comandante en Jefe Fidel Castro.
Entre los temas más debatidos estuvieron la integración entre los científicos, los investigadores y los productores, la utilización adecuada de la información científico – técnica, la reducción del consumo de energía, la generalización de los resultados, los fundamentos éticos de los científicos cubanos, entre otros.
Los años de Revolución y las perspectivas del desarrollo científico en Cuba, dan plena vigencia a las predicciones del Líder cubano, pues ya se logran resultados a nivel mundial y se cuenta con más de 10 000 investigadores y con decenas de centros de investigación a los que se suman los centros de educación superior.
Por todo lo anterior, el Día de la Ciencia Cubana es una relevante fecha histórica que intenta atraer a toda la sociedad hacia los procesos que generan y aplican ciencia y tecnología, así como a sus gestores, creadores y protagonistas más importantes.
El 15 de enero es la fecha escogida en 1990 para realizar las celebraciones por el Día de la Ciencia Cubana, sustentado en el trascendental momento en que Fidel Castro se dirige por primera vez a los científicos cubanos y pronuncia un discurso visionario y programático, sobre el futuro de la sociedad cubana, dejando esclarecido el papel y compromiso de la ciencia y los científicos, en el desarrollo socioeconómico y cultural del país.
El Día de la Ciencia Cubana es tomado también para recordar y homenajear a nuestros grandes hombres de ciencia de todos los tiempos.
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Sentí gran satisfacción al leer este artículo! Esclarece muchas cuestiones sobre el Día de la Ciencia cubana, que a mí modo de ver no han sido lo suficientemente abordados.