Gracias a la UNEAC, esa unión ancha pero no ajena, por la invitación, o sea, por la memoria. Tantas veces abiertas las puertas de esta casona a quienes hemos aspirado a ser buenos para algo; en este mismo patio di mis primeros pasos en el periodismo cultural a la sombra de los maestros Pedro Arrate, Ferrer Cabello y Enrique Bonne. Aquí, sin fanfarrias, se soplaron las velas un noviembre de Soler y Portuondo; se hicieron los primeros develamientos que hoy son Lescay, Tamayo, los ingenuos de Mella, Cándido Fabré; se arremetió duro contra el kistch en el carnaval y el olvido de la calle Heredia, se encontró techo para los coros Orfeón y Madrigalista, y para la Orquesta Sinfónica de Oriente, se inauguró la Sala Dolores, se descubrieron las chapucerías constructivas de la EVA …Desenterramos mitos: La Estudiantina Invasora, con los desvelos de Joel James que entre rones y palabras estremecedoras ya dejaba ver su vergüenza contra dinero; Esteban Salas volvió a tocar en Santiago y se comentó la premier de “La bella del Alhambra” en el cine Cuba, y de “De tal palo…” de Luis Felipe Bernaza. Se escribió del folklórico y del Ballet Santiago, del Guiñol y de todo el teatro, y de la crítica, con Repilado en las cutaras de Mirta Aguirre. Los raros y los innombrables fueron noticia de primera plana tanto como los clásicos o los famosos. En estos balances bordamos a mano, en tríada perfecta: intelectuales, artistas y periodistas, el Perfil informativo de la cultura santiaguera.
Y eso que entonces ya se vaticinaba que en Cuba no habría matrimonio igualitario porque no cabía mucha pluma en el periódico. La cultura no se comía, y el plátano y la caña eran más importantes que cualquier recital de poesía. Si lo supieron Cos Cause y Marino Wilson. Gracias a Dios y a muchos de los que estamos aquí ahora, y a los que están en otra dimensión, la cultura santiaguera y cubana sobrevivieron al plátano y a la caña que un día también fueron parte de ella.
Pero, lógicamente, si los géneros artísticos y literarios se han refuncionalizado al influjo de las nuevas condiciones sociales, tecnológicas, políticas y culturales; si sus fronteras, incluso, se han vuelto permeables; si cultura es, más que nunca antes, entramado complejo de significaciones, el periodismo que los convierte en noticia no puede seguir siendo pensado en términos analógicos, como el anuncio de algún espectáculo complaciente, la entrevista a alguna primera figura en busca de reafirmación, o la apología de (o a la diatriba contra) una realidad que los medios o el mercado necesitan (des) legitimar.
El entorno virtual hipermedia es el espacio multisoporte, multicanal y multiplataforma en el que confluyen personas interconectadas que conforman comunidades, para producir y consumir indistintamente contenidos, con absoluta libertad de elección y preferencia, en los más variados formatos.
Supone el reemplazo del modelo comunicacional mediacéntrico de uno a muchos por el modelo multicéntrico de muchos a muchos. En condiciones de sinergia cohabitan cine, radio, televisión, libros electrónicos, redes sociales on line y un largo etcétera coronado por narrativas transmedia, donde los receptores son quienes completan la historia, cierran el guión y le dan sentido. Así, un simple “me gusta” o una simple “recomendación”, hacen que muchos se apropien de un producto cultural sin la mediación de los decisores tradicionales ni de los periodistas. Y, en consecuencia, se empoderan.
De hecho, no pocos se autotitulan: con un dispositivo móvil, suben el video de la actuación de su grupo preferido con un pequeño comentario o post, y hacen el milagrito de la noticia equivalente a cientos de miles de visitas o descargas.
Dos preguntas poco retóricas serían: ¿existe un periodismo cultural cubano en el entorno virtual hipermedia? Hecho donde sea, ya que Internet licencia el término glocal. ¿Qué lugar ocupa la entidad cultura cubana en el espacio hipermedial? La Jiribilla, y alguna que otra honrosa excepción; los blogs de ciertos periodistas y artistas con lo que yo llamo suerte 2.0, las web de algunas instituciones de la cultura, las web culturales de muchos medios que son apenas el volcado de su edición impresa, radial o televisiva, proyectos laudables como Claustrofobias…y… los videos de Chocolate, las votaciones on line de los Lucas o de Cuerda Viva, las participaciones de Buena Fe y los Van Van en Cubadebate, los anuncios de presentaciones de grupos en tuiter o las arremetidas del actor Luis Alberto García y sus seguidores en Facebook.
Como resuena en uno de los más actuales featuring: Esto está rico. Escandaliza porque lo dijo un rapero o un reguettonero agarrándose la quinta extremidad. Soy caro…antes que Bad Bunny lo han dicho boleristas, baladistas, salseros, soneros, timberos. Hay mucho twerquing arrollando con Los Hoyos.
No se trata solo de contextos, sino también de entretextos y de subtextos, para los que no basta con la cobertura efímera, la descripción simple y la invectiva. Cardi B, la rapera ganadora del Grammy, ha publicado en un comentario en Instagram: “Soy parte de la cultura hip hop en la que puedes hablar de donde vienes, hablar sobre las cosas incorrectas que debes hacer para llegar a donde estás”.
Ellos y ellas son el espejo en el que muchos prefieren no mirarse. Ni adhesión a estéticas reemergentes ni guiño cómplice al mercado. Coherencia. No se puede aspirar a La Comparsa de Lecuona o a un Nocturno de Chopin en un camión atestado a la hora en que mataron a Lola, cuando lo único que necesitas es…bajanda.
Difícil para el periodismo cultural cubano competir en el entorno virtual. Difícil ser “cool” cuando el teatro argentino convoca a una asamblea de mujeres por los 60 de Barbie mientras dimite el jefe de Warner Bros por otro escándalo de corrupción en Hollywood, el mismo Hollywood que premia el tema gay, la migración, la interracialidad y la estética de la marginalidad. El Museo Británico desmonta una de las teorías más extendidas sobre “El grito”, de Munch: no está gritando.
Mas hay noticias que el periodismo cultural hipermedia no puede dejar a los memes. La realeza británica se sienta con Lennon en un parque de La Habana y aparece la versión digital restaurada de I am Cuba, clásico de Enrique Pineda Barnet filmado en la isla en 1964, con música de Carlos Fariñas, coproducción cubano-soviética alabada por Scorsese y Coppola.
“Democrático” como la red. Plural, abierto a múltiples voces. Pero no parcelado, segmentado, caótico, disperso. Ni el entorno virtual es una cuartería, ni la cultura cubana merece un periodismo de solar. El periodismo cultural cubano en el entorno virtual hipermedia sería la vitrina interactiva y predictiva de la cultura cubana. Adelantada, infinita en sus significaciones. El ajiaco y el contrapunteo de Don Fernando mediados por la tecnología.
Si existe un sistema de la cultura, a este debiera corresponder una plataforma.cu. Única. No unitaria, no prohibitiva, no homogeneizadora, no totalizante. Privada y pública. Extendida y almacenable. Pero normada, regulada. Cuya misión deje claro quiénes somos y a quiénes nos dirigimos. Acción además de participación. Si nos buscan, por qué nos buscan. Si nos siguen, por qué nos siguen. Si somos visibles pero no tenemos retroalimentación. Si son miles los impactos pero eso no nos hace mejores periodistas ni más renovada nuestra cultura porque estamos reproduciendo los mismos discursos y las viejas hegemonías. Una plataforma de periodismo cultural gestionada desde la cultura.
A los madrugadores del plomo fresco han sucedido, en el mismo espacio real, que no virtual, de nuestras plazas y parques, los consumidores de noticias móviles. Son la nueva bohemia trasnochada. Estos, como aquellos, leen, hablan, cuentan, comentan, se preguntan. Toca aprovechar la ruptura de las nociones clásicas de gusto artístico y estético y abandonar la postura reduccionista de la cultura como farándula.
El periodismo cultural cubano en el entorno virtual hipermedia no puede ser cuestión de dos. Tiene que ser una relación de tres: los periodistas, la cultura y la sociedad.
Rindiendo honor al espíritu que nos convoca: el periodismo cultural cubano en el entorno virtual hipermedia merece el derecho de nacer.
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