Periodismo y libertad de expresión, en Cuba

Cuando alguien me pregunta qué significa pensar diferente en Cuba, me extrapolo a la profesión que elegí estudiar, y que de hecho ejerzo; entonces me gusta disertar acerca de qué significa ser periodista en Cuba, interrogante que va de la mano con la duda (para algunos) de la existencia o no de libertad de expresión en nuestra isla. Sin ambages puedo responder: si podemos, los cubanos, tener diversidad de pensamientos.

El periodismo nació en la Isla más como una causa que como una profesión. Desde que arrancó la formación de la nacionalidad cubana, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, el periodista fue un combatiente en la antigua colonia española.

Largo sería el recuento de los patriotas que utilizaron el periodismo como vía para defender el proyecto de la nación cubana. Que tuvo, además de un ejército libertador, periódicos independentistas en la manigüa y en el exilio, de los cuales “Patria”, fundado por nuestro Héroe Nacional José Martí el 14 de marzo de 1892, fue sin dudas su máximo exponente.

Así que cuando en Cuba alguien dice “soy periodista” nadie se llama a engaño. No se trata de un técnico letrado, aunque es muy bueno que el lenguaje vaya en “lengua hermosa“, como dijo José Martí, sino que, incluso popularmente, a este profesional suele vérsele en primer lugar como “un Quijote deshacedor de entuertos e injusticias”.

De lo que no deben quedar dudas es acerca del lado en el que combatimos. Cuando las agencias extranjeras de noticias citan algún medio cubano, acuden a la frase hecha de “la prensa bajo el control del Estado“, o nos tildan de “oficialistas“. Estas etiquetas huecas, falsas y malintencionadas pretenden restar credibilidad a la labor de los periodistas cubanos, porque defendemos la unidad de la Revolución.

Confieso que, a veces, esa imagen hasta supera las posibilidades reales y humanas de quienes ejercemos esta labor. Vivimos en un país donde, innegablemente, no son pocas las carencias y dificultades económicas, somos víctimas de un bloqueo asfixiante y existen errores propios de cualquier sociedad en formación.

Cuando decimos que somos periodistas, ¡ay, mamá!, todos desde el vecino hasta el desconocido que encuentras en la guagua, sin dejar afuera a la familia, quieren que tú publiques su “problema“.

En nuestra Cuba revolucionaria y socialista, como en cualquier otro rincón del planeta, no se sanciona a nadie por su forma de pensar, pero si por la forma de actuar y de violar las leyes establecidas. Es eso lo que no acaban de entender los que defienden la manera de actuar de los grupúsculos antisociales, que se hacen llamar “opositores”.

No se sanciona a nadie por su forma de pensar, sino por la comisión de hechos previstos y sancionados en el código penal vigente.

En Cuba, lo reafirmo, es posible la diversidad de pensamientos. Los mercenarios no piensan, no tienen ideología, mucho menos sentimientos patrios. El dinero ofrecido, que por cierto no tiene que ser mucho, es lo que los mueve. Para los “patrocinadores” es motivo de regocijo ver a estos “engendros” hacer sus necesidades fisiológicas con nuestra bandera encima, y no se fijan que la norteamericana está en el piso.

Estos hechos, per se, constituyen un ultraje a ambos símbolos patrios, porque si uno representa los ideales que costaron mucha sangre, el otro representa a un pueblo no menos noble y aguerrido, y no a un grupo que gobierna y aplasta a sus propios ciudadanos. No olvidar que nuestro mayor contingente de médicos, enfermeras y demás personal de salud, lleva el nombre de un estadounidense que entregó su valiosa sangre luchando por nuestra independencia: Henry Reeve.

Díaz Canel afirmó, en el 8vo Congreso del PCC que:

…”quienes se atreven a protestar en la Isla buscan desesperadamente ser detenidos para cumplir el mandato de quienes les pagan, que no acaban de encontrar víctimas creíbles para sus infames informes sobre Cuba”

Es esa la verdadera motivación de los revoltosos, mal llamados “opositores“. En mi Isla todos disfrutamos, amplia y sobradamente, del derecho a la diversa y espontánea, libertad de expresión; eso, sin sombra de dudas, es un hecho.

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