Tres libros para un sábado de Feria

Durante las actividades de la vigésimo tercera edición de la Feria Internacional del Libro de La Habana, este sábado, 22 de febrero, fue presentado por primera vez el texto El arte para la multitud. Suplicios públicos en Santiago de Cuba (2013), de Raúl José Vega Cardona y Jorge Luis Ordelín Font, profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente.

Asimismo, fue presentado ante el público capitalino Tinta negra para recursar el periodismo, de la Dra.C. Yamile Haber Guerra; y fue premiado por la Crítica el volumen Faustino, dejando jirones de sí mismo (Premio UNEAC de Biografía 2011), del Dr.C. Reinaldo Suárez Suárez.

La Tablilla felicita a estos profesores de nuestra Universidad, especialmente a los dos jóvenes que, por primera vez, han entregado a los lectores su trabajo gracias a la edición del sello Ediciones Santiago.

Ofrecemos íntegramente el texto de la presentación, que corrió a cargo de Reynier Rodríguez Pérez.

Combatiendo el olvido, en nombre de la multitud
 

Un día como hoy, del año 1849, el Cabildo de Santiago de Cuba rogaba al Ilustrísimo Sr. Vicario General del Arzobispado instituir canónicamente la capellanía en la Real Cárcel, con lo cual reconocería que el Capellán debía ejercer y celebrar el Santo Sacrificio en todos los días festivos del año, y dirigirle en la capilla de la Real Cárcel a todos los presos una plática moral al concluir la misa, confesar y administrar el Sacramento de la Eucaristía a los encarcelados y asistir o auxiliar a los reos condenados a la pena de muerte, desde el instante en el que entraran en Capilla hasta su hora postrera. 

No nos cabe duda de que esta petición fue complacida y en Santiago de Cuba, lo mismo que en el resto de las villas de aquellos momentos, en cada cárcel fue constituida la capellanía con idénticas funciones, aunque las medidas que hacían que funcionasen se extremaran, de vez en cuando, en algunas más que en otras.

De estos hechos a la fecha han transcurrido 165 años, y todos parecen haberlos olvidado; excepto los autores de esta investigación, titulada: El arte para la multitud. Suplicios públicos en Santiago de Cuba. La temática constituye una de las líneas de estudio de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente.

Decenas de legajos, actas capitulares, artículos de prensa y textos de legislación se encuentran en el olvidado sustrato de la investigación que aflora en este interesante libro. Nos complace presentar hoy el resultado de un estudio sistemático de las huellas de la pena de muerte en Cuba, y más específicamente, en Santiago de Cuba, por parte de estos profesores jóvenes, que ya se inician en el arte de publicar textos para la multitud.

Los estudios de historia asociados a las ciencias jurídicas suelen tener públicos limitados, estilos que propenden a alejar a sus lectores, regodeándose en las complejidades. Nada de esto acompaña a este libro, que abre una página de historia que todos podemos leer.

En lenguaje sencillo, bien referenciado y con ejemplos concretos, curiosos, atractivos para el más culto y el menos avezado lector, El arte para la multitud explica en qué momento histórico y con cuáles características surgieron, evolucionaron, y desaparecieron en Cuba los suplicios públicos: ¿Qué era la horca? ¿Qué era el Garrote? ¿Qué eran la picota y la “capilla ardiente”? Son preguntas que encuentran respuesta en las páginas de este libro, que centra su mirada en Santiago pero tiene proyección nacional; debido a que, en aquellos tiempos, lo mismo que ahora, la repercusión de un suceso relevante en cualquier parte de la Isla obtenía rápidos reflejos en la capital, y viceversa.

Por esta cuestión, me atrevo a afirmar que este libro se convertirá en referente para estudios posteriores, no solo en Santiago de Cuba, sino en las universidades de todo el país. Corresponde a Ediciones Santiago el mérito de haber confiado en la propuesta inicial y haberla desarrollado hasta aquí. 

En la introducción del trabajo, Raúl José Vega Cardona y Jorge Luis Ordelín Font patentizan: “Si bien la historiografía local ha olvidado la historia de los suplicios públicos, es atinado reconocer su tratamiento en las Crónicas de Santiago de Cuba, de Emilio Bacardí”. No creo equivocarme si afirmo que este 22 de febrero de 2014, el ilustre patricio, de haber podido estar aquí, en San Carlos de La Cabaña, les hubiese dado las gracias: en nombre de la multitud.  

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