En defensa del nasobuco

Por: Olga Maria Despaigne Feraud

Por todos es conocida la situación pandémica por la cual atraviesa el mundo desde finales del pasado año; consecuencia, como ya sabemos, de la aparición de una nueva sepa del coronavirus.

La COVID­19, es una enfermedad que golpea fuertemente a la humanidad debido a su alto nivel de contagio. Por este motivo cada nación afectada ha establecido medidas que ayudan al control y la prevención de la misma.

Particularmente en nuestro país, estas medidas se establecen para que sean cumplidas correctamente y así lograr evitar mayores afectaciones. No es un secreto para ningún cubano, y sobre todo para los jóvenes, la incansable gestión de prevención que realiza el Ministerio de Salud Pública, de conjunto con nuestro gobierno, para menguar el contagio y el número de fallecidos en la Isla.

Entre todas estas normas para preservar la salud, se cuenta la imprescindible mascarilla o nasobuco, como se conoce más comúnmente. Este se ha convertido en “el escudo protector” de muchos; y ciertamente evita la transmisión no solo del virus, sino también de las arbovirosis más comunes en nuestro país.  Por este poderoso motivo se ha transformado en una prenda más de vestir.

A pesar de lo dicho, una parte importante de la población, no es consiente del todo de la gravedad por la que atravesamos; lo que algunos cumplen como es debido, otros lo ignoran, haciendo oídos sordos a algo que los mantiene alejados del contagio; contribuyendo, desafortunadamente, a una mayor cifra de casos positivos.

Muchos jóvenes tienden a no acatar las reglas; sin saber que conductas irresponsables pueden conducirnos al abismo, y arrastrar, de paso, a nuestras familias. Cuando se le requiere a un estudiante universitario o de cualquier otra enseñanza el uso indebido del nasobuco, lo más habitual es que se justifiquen alegando que los ahoga y que les da mucho calor; otros alegan que es muy incómodo de usar; que no permite hablar bien; y hay hasta quienes no lo consideran necesario; y es así mismo como se ha vuelto muy común, entre la población juvenil, el uso inadecuado o, en el peor de los casos, la falta de uso de la prenda.

Y es así como los jóvenes podemos convertirnos en portadores de la peligrosa enfermedad; la irresponsabilidad puede costarnos, en el peor de los casos, la pérdida de un ser querido. Y es que el nasobuco constituye la primera barrera de defensa que tenemos

Puede resultar redundante el llamado a la protección, al empleo de la mascarilla, al distanciamiento social; pero hoy mismo es la única protección real que tenemos. Es necesario entender que debemos proteger la salud individual y colectiva; porque si gran parte de nuestra población se contamina nuestro país no evoluciona favorablemente.

Somos una nación subdesarrollada que depende fundamentalmente del turismo y las exportaciones; si no controlamos la epidemia y preservamos la vida nos estancamos, se deteriora aún más nuestra economía; para poder salir adelante se necesita estar vivo y eso lo logramos garantizando una población sana y disciplinada.

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