El mundo de hoy

Por: M.Sc Rubén Ramos Mosquera

La crisis global, ahora profundizada por la situación de la pandemia Covid 19, ha llevado a muchos países, principalmente capitalistas subdesarrollados, a situaciones sin precedentes de desempleo, la pérdida de más de 300 millones de empleos y unos 600 millones de trabajadores sin medios de subsistencia y el consiguiente malestar social relacionado con el paro, los desabastecimientos, la droga, la delincuencia juvenil y urbanismo caótico y deshumanizado, elementos que conforman caldo de cultivo de reacciones extremistas, en especial por el contraste entre estos fenómenos y la opulencia de algunos sectores de la sociedad;  de manera que la emergencia de la ultraderecha está facilitada por la multiplicación descarnada de la desigualdad en el conjunto del planeta y en el interior de muchas naciones.

En este contexto, la aparición de una fuerte corriente de extrema derecha con tintes fascistoides, que imprimen su sello en gobiernos centros de poder, no puede valorarse como un simple resurgimiento del pasado ni como un fenómeno pasajero.

Si las décadas de los sesenta a los ochenta del pasado siglo se caracterizaron por la lucha a favor de los derechos de las minorías y, en general, por la tendencia a la tolerancia en los diferentes ámbitos, condena a la xenofobia y al racismo, entre otras. Desde los noventa se observa el renacimiento de todas esas lacras, justificadas por teorías pseudocientíficas encaminadas a “probar” que los hombres son esencialmente desiguales y que toda doctrina igualitaria atenta contra la propia “naturaleza humana”.

La erosión de la crisis trasciende a la cultura política contemporánea y se manifiesta en diversas problemáticas en el marco de las relaciones en este ámbito, entre las que se destacan: las fluctuaciones migratorias, el crecimiento de los índices de abstencionismo en los procesos electorales e impugnaciones parlamentarias, que han conducido a golpes de Estado, magnicidios, destituciones, renuncias de mandatarios y representantes de las élites políticas.

Este marco de las relaciones internacionales actuales se caracteriza por la polarización y fortalecimiento de las tendencias de derecha, en complicidad con los Estados centro de poder; es un fenómeno que no se limita al ámbito de la política, sino que se extiende a todas las esferas de la vida social, de tal manera que puede hablarse de un profundo movimiento de todo el espectro político, ideológico y cultural hacia la derecha.

En los últimos años se ha impuesto un conservadurismo cada vez más beligerante y ello ha tenido su expresión política en la presencia sostenida de dichas fuerzas conservadoras de derecha que trata de impedir, en unos casos y destruir en otros, el ejemplo del triunfo de las izquierdas y establecimiento de gobiernos progresistas y democráticos a inicios del 2000 en países como Venezuela, Brasil, Ecuador, Bolivia, Nicaragua, Argentina, Uruguay,  y expresiones de lucha popular masiva en contra del poder de las oligarquías que entran en una grave crisis de legitimidad desde aquellos momentos.

Mientras la comunidad mundial actual aboga por una mayor integración, el multilateralismo, la solidaridad, la cooperación mancomunada y porque se borren las barreras de los nacionalismos etnocéntricos,  para enfrentar con éxitos la pandemia Covid 19 y la crisis global; los centros de poder, encabezado por los Estados Unidos impiden el multilateralismo y levantan columnas contra las naciones que han dado respuestas solidarias y cooperación internacional, y tratan de destruir por todos los medios, el ejemplo de heroicos pueblos como el de Cuba y Venezuela. Para ello utilizan elaboradas técnicas de manipulación de una realidad convertida en frívolo espectáculo, y la presencia de elementos provocadores que les ha dado resultados en aquellos países donde los movimientos sociales carecen todavía de dirección unificadora en el contexto de una izquierda cada vez más desconcertada.

Sin embargo, hay señales que indican la posible definición de plataformas comunes legitimadas por las consecuencias de la pandemia, el desenmascaramiento de la política neoliberal y la acelerada destrucción del planeta.

Dos paradigmas culturales nos acompañan ante esta problemática: el del cansancio ante la vida común, carente de perspectivas inmediatas, de imperceptibles avances y retrocesos y el de la imagen atractiva, sugerente, poderosa, proveniente del mundo de la tecnología, de los centros de poder  y cuyo remanente nos llega a los que vivimos en los países subdesarrollados.

“Las superestrellas de la música o del deporte constituyen íconos universales.  Shakira, Rihanna o Lady Gaga ;  Messi o  Cristiano Ronaldo, mueven multitudes, física o virtualmente. Los juegos entre el Real Madrid y el Barcelona no son acontecimientos solo en España, sino en las calles y de los barrios de toda Cuba.  Las banderas y marcas de productos como zapatillas, pullovers y carteras entre otros, constituyen mitos pre-fabricados desde la industria de la propaganda, asumidos por las llamadas tribus urbanas y se convierten en indicadores de aceptación colectiva.

 El sujeto ya no viene determinado por la necesidad, sino que depende, sobre todo, del sueño del consumidor de alcanzar el estatus del producto. O sea que la mercancía tiene marca, estatus, agrega valor a quien la lleva, plantea Frei Betto.

Ante una situación tan compleja como esta, “la gran mayoría de la población mundial reclama el cultivo de lo mejor del ser humano, y en consecuencia, su transformación para el presente y para el mañana, y eso implica no transitar solo en el cauce de saberes interrelacionados que superen las barreras establecidas, sino que ante todo potencie la condición humana, la conciencia planetaria y el despliegue de  la ética del género humano, lo que tiene como sustrato imprescindible, la transformación revolucionaria de la sociedad”.

Visitas: 0

Like
2

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.