Discurso de Fidel el 2 de diciembre de 2001 en Santiago de Cuba

Compatriotas:

La inquietud era grande. Las noticias públicas del levantamiento del 30 de noviembre, que debía producirse después y no antes, de nuestro arribo, ocurre a la inversa debido al ímpetu incontenible de los combatientes santiagueros y al atraso de 48 horas en el riesgoso y largo viaje de 1.235 millas; un hombre que caía al mar agitado y oscuro en la madrugada del 2 de diciembre, que no podía ser abandonado, aun robando al escaso tiempo minutos de vida o muerte, eran circunstancias que multiplicaban la impaciencia por arribar antes del amanecer al punto exacto programado de las ansiadas costas de nuestra patria.

Con el infinito aliento del rescate, divisamos tierra con las primeras luces del amanecer y un grupo de boyas luminosas donde la costa oriental, viniendo de Santiago, dobla hacia el norte en dirección a Manzanillo.

Nuevos e inesperados obstáculos: dos veces intentó el capitán que conducía el Granma, un ex comandante de la Marina de Guerra cubana incorporado a nuestro Movimiento, seguir la ruta adecuada por el laberinto que indicaban las boyas, y dos veces regresó al punto de partida. Intentaba hacerlo por tercera vez. Imposible continuar la desesperante búsqueda. De combustible quedaban unos pocos litros. Era ya pleno día. El enemigo exploraba sin cesar por mar y por aire. La nave corría gran riesgo de ser destruida a pocos kilómetros de la orilla con toda la fuerza a bordo.

Veíamos la costa cercana y visiblemente baja. Se ordena al capitán enfilar directamente hacia ella a toda máquina. El Granma toca fango y se detiene a 60 metros de la orilla. Desembarco de hombres y armas. Duro avance por el agua sobre fango movedizo que amenazaba tragarse a los hombres sobrecargados de peso. La orilla era aparentemente sólida, pero metros después un terreno fangoso similar al anterior en extensa laguna costera se interponía entre el punto de arribo y la tierra sólida. Casi dos horas duró la travesía de aquel infernal pantano. Acabando de arribar a terreno firme, se escuchan ya los disparos de un arma pesada contra el área de desembarco en las proximidades del solitario Granma. Había sido avistado y comunicada su presencia al mando enemigo, que reaccionó de inmediato atacando por mar la expedición y ametrallando por aire la zona hacia donde marchaba la pequeña fuerza expedicionaria: 82 hombres.

Nada añado sobre la debilidad, el cansancio físico y el hambre de siete días. No hace falta dramatizar lo que obviamente fue dramático, pero soportable para hombres dispuestos a ser libres o mártires, como había sido prometido.

Eso estaba ocurriendo a esta misma hora hace exactamente 45 años, el 2 de diciembre de 1956. De los que participamos en aquel episodio, sólo unos pocos, por caprichos del azar, hemos tenido el raro privilegio de vivir hasta hoy y continuar luchando.

En un acto como este, en que se conmemora aquella fecha y en el que compañeros muy queridos de aquellos días me pidieron encarecidamente que hiciera uso de la palabra, no puedo por elemental pudor enaltecer, y menos aún glorificar, los hechos y la historia que siguió a ese día en que se reanudaba la lucha iniciada hace hoy exactamente 48 años, 4 meses y 6 días, el 26 de julio de 1953.

Sólo en forma de telegrama proseguiré mis palabras, única forma de hablar con la brevedad necesaria en un acto como este. Corresponderá a otros juzgar los acontecimientos en los que nos vimos envueltos como participantes activos.

Diciembre 5. Ataque enemigo por sorpresa en un pequeño bosque donde se esperaba la noche para proseguir la marcha hacia la Sierra Maestra. Terrible revés, dispersión total; tenaz búsqueda y persecución de los hombres dispersos; costo enorme en vidas de combatientes, en su inmensa mayoría asesinados después de caer prisioneros; casi todas las armas perdidas.

Con siete hombres armados, que logran reunirse el día 18 de diciembre, se reanudaría la lucha.

Nuevos compañeros del Granma se van incorporando. Cada uno había vivido su propia y dramática odisea. Algunas armas dispersas son recuperadas.

Una pequeña fuerza de no más de 18 expedicionarios y varios jóvenes campesinos de la Sierra, alcanza las primeras victorias los días 17 y 22 de enero de 1957. Se ocupan armas.

Fuerte reacción enemiga. Duros días de persecución implacable y mortales riesgos de exterminio. Resistencia tenaz; apoyo invalorable de Manzanillo en recursos y personal; campesinos que se suman; refuerzos de combatientes de Santiago de Cuba y varias decenas de armas. Exploración amplia del territorio. Marchas incesantes. Entrenamiento para la lucha en las duras condiciones de la Sierra Maestra.

Feroz y arriesgado combate el 28 de mayo de 1957, cinco meses después del desembarco, contra fuerzas fortificadas enemigas a orillas del mar. Victoria costosa. Ocupación de numerosas armas. De nuevo, muy fuerte reacción enemiga. Resistencia exitosa.

Creación de la segunda fuerza con personal de la Columna Uno, y la incorporación de varios campesinos, bajo el mando del Che, el 17 de julio de 1957. Muere Frank País el 30 de ese mes. Conmoción profunda. Numerosas acciones combativas en la Sierra a lo largo de meses. Aprendizaje continuo.

Creación de una tercera Columna el 27 de febrero de 1958 bajo el mando de Raúl, con la misión de atravesar el llano, y crear el Segundo Frente Oriental en el macizo montañoso del noreste de la antigua provincia de Oriente. Ese mismo día, creación de una cuarta fuerza bajo el mando de Juan Almeida con la misión de operar en el área de la Sierra Maestra, próxima a Santiago de Cuba. Ambas, formadas por combatientes experimentados y queridos de la Columna Uno, marchan juntas por la Sierra hacia el este un largo trecho.

Multiplicación de los combates ya en cuatro importantes zonas de operaciones.

Una pequeña fuerza bajo el mando de Camilo es enviada a operar en los llanos del Cauto y las proximidades de Bayamo.

Huelga de abril. Conducta heroica. Revés fuerte. No obstante, en apoyo de la huelga, las fuerzas de todas las columnas realizaron acciones militares decididas y exitosas.

Estimulado el enemigo por el fracaso de la huelga y el desaliento que provocó en las filas del pueblo, cree llegada la hora de un golpe decisivo a las fuerzas guerrilleras. Concibe y organiza lo que sería su última acción estratégica. Concentra 10 mil hombres con apoyo de tanques, artillería, medios aéreos y navales, y lanza una poderosa ofensiva que comienza el 25 de mayo de 1958, contra la Columna Uno, en cuya área se formaron todas las demás columnas y donde estaban ubicadas la Comandancia General, Radio Rebelde, un importante hospital y otras valiosas instalaciones y servicios.

Casi simultáneamente, otra ofensiva contra el Segundo Frente Oriental Frank País con fuertes ataques por dos direcciones principales, que son rechazados con elevadas bajas y pérdida de armas enemigas en varias semanas de combate.

En el frente de la Columna Uno, alrededor de 300 hombres, incluido el refuerzo de las columnas del Che y Almeida y los hombres de Camilo convocados a ese punto, luchando durante 74 días consecutivos, primero a la defensa y después contraatacando vigorosamente, destrozan la ofensiva y ocasionan más de mil bajas a las fuerzas élites del adversario. Se capturaron 443 prisioneros, más de medio millar de valiosas armas y decenas de miles de balas.

Las viejas y nuevas columnas de la Sierra Maestra y del Segundo Frente Oriental penetran en la totalidad del territorio oriental, donde se crean nuevas áreas de operaciones.

Dos columnas al mando de Camilo y el Che son enviadas al centro del país: una con 94 hombres y otra con 142. Después de la proeza de recorrer más de 500 kilómetros por terreno llano, pantanoso, difícil y riesgoso, arriban exitosamente a la meta.

El mes de septiembre se crea en la Comandancia General de La Plata el primer pelotón femenino de combate «Mariana Grajales», que entra en acción con la Columna 1 ese mismo mes.

Fuerte ofensiva del Segundo Frente Oriental desde octubre ocupa importantes posiciones enemigas y captura numerosas armas.

Ya situadas en el centro de la isla las fuertes y experimentadas columnas del Che y Camilo, la Columna Uno, con una pequeña vanguardia armada y llevando consigo mil jóvenes voluntarios desarmados de la Escuela de Reclutas, inicia su avance el 11 de noviembre por el norte de la cordillera hacia Santiago de Cuba. Pequeñas unidades se van incorporando. Dos pelotones de las fuerzas enemigas entregan voluntariamente sus armas.

En el trayecto se produce la batalla de Guisa, muy próxima a Bayamo, sede del mando de las fuerzas de operaciones enemigas. De nuevo 180 hombres, cuyo número crecía a medida que se ocupaban armas, combaten durante diez días y derrotan a las fuerzas élites adversarias. Guisa es ocupada el 30 de noviembre. Esta vez la batalla se libra en terreno con escasas alturas y carretera asfaltada, contra fuerzas que en conjunto alcanzaban la cifra de 5 mil soldados, con apoyo de tanques ligeros y pesados, artillería y aviación.

En los primeros días de diciembre las fuerzas del Frente número Uno se enlazan con las fuerzas del Tercer Frente y del Segundo Frente Oriental. Ese último mes del año 1958 todas las columnas rebeldes de oriente y el centro, en plena y audaz ofensiva, ocupan numerosas ciudades, cercan a Santiago de Cuba y atacan la ciudad de Santa Clara.

Solo 24 meses después del desembarco, el pequeño ejército había adquirido una colosal experiencia. A fines de diciembre, ese pequeño ejército, que contaba en ese momento con apenas 3 mil hombres equipados con armas de guerra —cifra que está por precisar con toda exactitud—, más del 90 por ciento de las cuales arrebatadas al enemigo en combate, y luchando contra fuerzas bien instruidas, con todo tipo de armamento y compuestas por aproximadamente 80 mil hombres, había derrotado al enemigo.

En reunión sostenida con el alto mando rebelde el 28 de diciembre de 1958, el general en jefe de las fuerzas de operaciones enemigas reconoce que ha perdido la guerra y solicita fórmula para poner fin a los combates, que fue elaborada con toda precisión y aceptada por él. Su no cumplimiento dio lugar al desenlace final con la participación de los trabajadores y todo el pueblo, que siempre nos acompañó en la lucha. El Primero de Enero, con su apoyo decisivo a la acción indetenible de las tropas rebeldes, fue aplastado el último intento de la oligarquía y del imperialismo para impedir el triunfo de la Revolución: el golpe de estado en la capital.

Instrucciones a las tropas revolucionarias de continuar su avance sin aceptar alto al fuego y llamado a la huelga general fue la respuesta inmediata. El país se paralizó de un extremo a otro. Las estaciones radiales se enlazaron con la radio rebelde, transmitiendo las instrucciones del mando revolucionario. De ese modo pudo asestarse un contragolpe demoledor a la burda y desesperada maniobra para escamotear el triunfo. A las 72 horas, todas las ciudades habían sido ocupadas, aproximadamente 100 mil armas —cifra también a precisar con exactitud por los historiadores— y todos los equipos militares pesados de aire, mar y tierra estaban en poder del pueblo.

Mención especial por su valor insuperable y su papel callado y anónimo merecen en esta breve síntesis los luchadores clandestinos. Los nombres de Frank País, Celia, Vilma, Haydée, Melba y otros muchos, justifican este merecido reconocimiento en una fecha como la del 2 de diciembre.

Nuestro pueblo, su gran masa todavía sin los elevados conocimientos y la cultura política de hoy, pero con valor y patriotismo sin límites, fue por primera vez libre, y nuestra nación, ya formada y con grandes tradiciones históricas, fue por vez primera independiente. La nueva lucha comenzó entonces, prosigue con fuerza creciente y aún está por decidir su destino futuro, hoy enlazado con el destino del mundo.

El Escambray, Girón, la Crisis de Octubre, la total derrota de la guerra sucia, la neutralización y disolución de cientos de organizaciones contrarrevolucionarias, la reducción al mínimo de los actos de sabotaje y terror promovidos y apoyados desde el exterior, el enfrentamiento eficaz a cientos de proyectos para eliminar físicamente a la dirección revolucionaria, la práctica consecuente del internacionalismo desde Argelia hasta Cuito Cuanavale, las decenas de miles de médicos, de maestros y otros profesionales que durante cuarenta años prestaron sus servicios a hermanos pueblos pobres, los miles que aún en período especial lo continúan haciendo, son victorias inspiradas en la misma filosofía que nos guió aquel 2 de diciembre, hace 45 años.

Supimos seguir adelante cuando todo un sector del mundo progresista emergido de la profunda revolución social que tuvo lugar a principios del pasado siglo, a pesar de epopeyas grandiosas, se derrumbó ante el viejo adversario capitalista porque no supo superar sus propios errores y enfrentar con éxito la anacrónica ideología, y las sucias mañas del sistema opresivo y explotador que se pretendía superar para cambiar al mundo.

Con la experiencia que me da el privilegio excepcional de haber vivido una revolución que se llevó a cabo en condiciones ni siquiera imaginables por los grandes ideólogos y protagonistas del socialismo, con la mayor modestia y humildad de quien es muy consciente del limitado papel de los individuos en la historia, me atrevo a decirles a nuestros pioneros, a nuestros camilitos, a nuestros estudiantes, a los alumnos y profesores de nuestras escuelas militares, a los jóvenes soldados y oficiales, a todos nuestros valerosos combatientes, jefes y soldados en activo o en la reserva, que en el terreno político y revolucionario nada es ya imposible para nuestro pueblo. Las ideas justas tienen un poder superior a todas las fuerzas reaccionarias juntas.

Las tecnologías más sofisticadas con las que se pretende convertirnos en esclavos o súbditos de un poder imperial universal, no pueden ni podrán vencer jamás la conciencia y la inteligencia de los seres humanos.

Cuando nosotros con siete armas reiniciamos la lucha, nadie habría podido concebir posibilidad alguna de éxito. Supimos adaptarnos a los recursos técnicos y al enorme poder del adversario en relación con las insignificantes fuerzas y medios de que disponíamos. Las ideas son y serán siempre el arma más importante. La experiencia vivida nos enseña que si un día nuestro país fuese agredido e incluso ocupado por fuerzas poderosas, cada hombre o mujer dondequiera que se encuentre puede ser un ejército; cuando un combatiente o un grupo de ellos quede incomunicado o aislado, debe y puede asumir la responsabilidad de sus acciones y continuar la lucha. El invasor tendría que luchar contra un ejército, 10 ejércitos, 100 ejércitos, 1 000 ejércitos, un millón de ejércitos.

No existe arma más potente que la convicción profunda y la idea clara de lo que debe hacerse. De ese tipo de armas que no requiere de fabulosas sumas de dinero, sino sólo de la capacidad de crear y transmitir ideas justas y valores, estará cada vez más armado nuestro pueblo.

El mundo será conquistado por las ideas y no por la fuerza, cuyo poder para sojuzgar y dominar a la humanidad será cada vez menor. Sólo la paz y la cooperación entre los pueblos serán capaces de preservar a la humanidad de la muerte con que la amenazan por la vía del saqueo, la explotación, las guerras y la destrucción de las condiciones de vida del planeta.

A ustedes les corresponderá vivir el siglo más difícil y decisivo de la historia humana. Para ello, prepararse es el más sagrado deber; profundizar en los conocimientos profesionales y políticos es requisito indispensable. La cultura general integral masiva, algo jamás soñado por sociedad alguna, es hoy una posibilidad real al alcance de todos los cubanos.

Una profunda formación ética, humanitaria, solidaria e internacionalista es parte esencial de esa cultura.

Los que un 26 de julio intentamos tomar en esta misma ciudad la segunda fortaleza militar de Cuba, y 3 años, 4 meses y 7 días después desembarcamos en el yate Granma para llevar a cabo la tarea que en síntesis les he contado, envidiaríamos a cada uno de ustedes la lucha que tienen por delante hoy con objetivos mucho más trascendentes: defender y desarrollar lo que hemos alcanzado y hacer por la humanidad, en la medida de nuestras fuerzas, lo que nosotros creemos haber hecho por la patria.

Ha llegado para ustedes la hora de luchar bajo la óptica de aquella idea visionaria de Martí cuando exclamó: «Patria es humanidad». Mas lo que para él entonces, en su lucha por la independencia de una pequeña y colonizada isla, no podía ser más que un sueño, un concepto elevado, hermoso y lejano, constituye hoy para todos los pueblos del mundo una necesidad vital. Sin ella no habrá patria para nadie. Y no poco ha hecho ya la Revolución por ese camino. Es grande, mayor que nunca, el prestigio ganado por Cuba en su apoyo a las mejores causas de los países del Tercer Mundo. Cada día nuestro pueblo será poseedor de una mayor experiencia y cultura en muchos campos. Ante todo, debe ser ejemplo de justicia social plena cada vez más perfecta y profunda, y compartir con el mundo su experiencia. Nuestra fuerza estará en las ideas, y la fuerza de las ideas estará por encima de todo en el ejemplo.

El tiempo es limitado y debo terminar. Comparto, en nombre de todos los caídos por estos ideales durante medio siglo de lucha, el deseo ferviente y la convicción profunda de que ustedes lucharán por convertirlos en realidad, como hemos luchado nosotros desde aquel 2 de diciembre, cuyo 45 aniversario conmemoramos hoy.

¡Lucharemos sin tregua hasta la victoria siempre!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

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